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Actualizado: 11 de junio de 2025
Apénas hubimos desembarcado, acudiéron unos negros de una faccion enemiga de la de mi pirata para quitarle el botin.
Comprendía su sufrimiento y su espanto al ver a su padre inanimado, y mi piedad por aquel débil corazón de niña, estaba impregnada de ternura. ¿Por qué el aspecto de la muerte predispone el corazón a esos enternecimientos? ¿Será que buscamos por instinto un refugio contra el aniquilamiento final? ¿Será que las fibras más profundas del ser se conmueven a la vez y vibran al unísono al contacto de la formidable enemiga?
Yo soy el que no tuvo ánimo para ver en qué paraba su desmayo, ni lo que resultaba del papel que le fue hallado en el pecho, porque no tuvo el alma sufrimiento para ver tantas desventuras juntas; y así, dejé la casa y la paciencia, y una carta que dejé a un huésped mío, a quien rogué que en manos de Luscinda la pusiese, y víneme a estas soledades, con intención de acabar en ellas la vida, que desde aquel punto aborrecí como mortal enemiga mía.
Mi arnés, armas y caballo vuestros son por la ley de la guerra. Pero os serán devueltos. Coloca centinelas, Simón, ahí en la entrada del paso y una guardia de arqueros con armas preparadas por si algún otro caballero nos visita. Pasaron las horas y los ingleses siguieron vigilando todos los movimientos de la gran hueste enemiga.
Se oscureció la luz pura y radiante, Se apagó la suavísima armonía, Se evaporó el perfume penetrante... Todo se encierra tíbio y palpitante Bajo esa tumba fria. Descansa de tu fatiga En esa tierra enemiga, Trovador; Descansa, cual virgen pura En sus sueños de ventura Y de amor.
Pues lo que has hecho esta tarde favorece a tu enemiga afirmó Rubín con severidad de médico, aguardando el efecto que tales palabras habían de hacer en ella . Sí; favorece a tu enemiga. Tú eres tonta y no conoces la naturaleza humana. Yo, desde que entré en esta gran crisis de la razón, todo lo veo claro, y la naturaleza humana no tiene secretos para mí.
Entonces, yo tomé la cosa por mi cuenta y le dije las del barquero. Eso es, muy bien; ¿le parecía decente poner los ojos en una niña, cuya familia era enemiga mortal de la suya propia? ¿no había en Buenos Aires ninguna otra más que ella, tan buena o mejor? ¿no temía que la gente esa dijera que iba por su dinero y que su padre y su tía estaban mezclados en el negocio?
Aunque aparentemente se trataban como amigos, existía, pues, entre los socios principales del Saloncillo sorda y disimulada enemiga. Iba ésta aumentando de día en día merced a los correveidiles que, en ocasiones análogas, no cesan de sembrar envidias y rencores.
Lo cual renueva mis temores de ver cumplida también su otra visión profética sobre el asedio de Monteagudo. Pero no puedo creer que haya llegado hasta Salisbury una fuerza enemiga francesa ó escocesa bastante numerosa para atacar el castillo. Convoca á esa gente, Simón, y en marcha.
Decir cómo aquella casa llena de comodidades se deshizo en unos cuantos días; contar cómo las feroces prenderas llegaban, venían, tasaban, huían, llevándose en las garras, cuál un dorado reloj, cuál la alfombra o lavabo, sería lacerar el corazón de nuestros lectores. Isidora, que no sabía regatear comprando, era vendiendo enemiga de entorpecer los negocios con prolijas discusiones.
Palabra del Dia
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