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Actualizado: 1 de junio de 2025
Iba sola, y la acompañaba un perro. Yo llevaba en la boca un cigarro sin encender, y con intención de encenderle me dirigí a la trapera. La muchacha tenía muy poca ropa, y el perro muchas lanas. Sin embargo, la muchacha parecía resistir admirablemente el frío, y el perro tiritaba.
Su bella situacion, la grandiosidad de sus paisages, los recuerdos de su historia empezaron por subyugar mi razon y encender mi fantasía: revivió en mí el amor al arte: pensé, soñé de nuevo, y logré por de pronto olvidar, si no curar, mis males.
Este había entrado en su taberna para beber algo haría cosa de un mes, y había declarado positivamente que llevaba una caja de yesca que le servía para encender su pipa. Había en aquello, sin duda, una pista para seguir.
Mientras tanto, pasmábase el lacayo al oír que su señora le daba, al pasar, la extraña orden de encender sin pérdida de tiempo la chimenea del boudoir, era aquel día el 25 de junio y el calor comenzaba ya a ser sofocante.
Los domingos, cuando iba a misa, solía contemplar a aquella muchacha morena del primer día arrodillada en el mismo sitio y ejecutando a la lectura del Evangelio la misma operación de levantarse y encender su hacha. Desde la puerta de la sacristía se la veía admirablemente. Esto se iba murmurando, por lo menos, en un grupo de mujeres cierto domingo al salir de la iglesia.
Pero, ¿qué demonios te ha dado por venir aquí? es ocurrencia, ¡ajo! ¿has comido? no te invito, pues tú vendrás de esos cafeses de lujo, harto y reharto... pero no creas que mi cocinero es malo; voy a encender mi hoguera: hoy es día de San Juan. En un periquete, preparó una pila de rastrojos y la prendió fuego.
Asunto concluido; no había ya para qué buscar. La cabeza baja, el rostro oculto entre las manos, permaneció inmóvil largo rato ante su diario devastado. La habitación estaba mal alumbrada por una bujía no había tenido tiempo de encender la lámpara y llena de sombras negras, inquietantes. En las habitaciones próximas jugaban los niños, gritando y riendo.
No me matar por no hacer bien las cosas que él no había de ver; y ponerme a reñir, donde lo oyese, con la gente de servicio, porque pareciese tener gran cuidado de lo que a él tocaba. Si riñese con algún su criado, dar unos puntillos agudos para le encender la ira y que pareciesen, en favor de el culpado.
Solon, comprendiendo todo el partido que podia sacarse de la poesía para imprimir al pueblo un movimiento eléctrico y sublime, haciéndose el insensato, infringió el decreto sobre Salamina, entonando en la plaza pública un cántico guerrero, por medio del cual, el futuro legislador, cual otro Tirteo, logró encender el entusiasmo popular.
Conservo a mi único varón, cuando tantos otros padres han perdido los suyos. Su salud se modifica de continuo, tanto, que puede decirse ya que está del todo restablecido. Todo lo que os pido, Dios mío, es que le hagáis un buen cristiano. Combato, por mi parte, todo lo que puedo, todos los impulsos que la ambición pretende encender en mi pecho; todo esto que pido es en bien de mi hijo, de su alma.
Palabra del Dia
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