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Actualizado: 1 de junio de 2025
Hice todo el camino mascando cigarros, que, en mi turbación, me olvidaba siempre de encender... En cuanto llegué a casa, corrí al espejo. Enciendo todas las bujías, echo el cerrojo, cierro los postigos, me examino por delante, por detrás, y de perfil también, por medio de un espejo de mano.
Y cuando menos lo pensaba se encontró de nuevo frente á la severa y heráldica casa de Moscoso. Acababa de oscurecer y empezaban á encender los faroles. Discurría alguna gente, no mucha, por aquella calle apartada del centro.
Además, había irritado a Marner un día, que habiendo entrado a su choza para encender la pipa, se había demorado cerca del fuego, en vez de ir a sus tareas. Jacobo Rodney era el ladrón; aquella idea le daba algún alivio. Se podía encontrar a Jacobo y hacerle devolver el dinero.
Era estupendo, fenomenal que un ser cuya importancia social había sido casi semejante a la de los insectos, fuera causa de encender muchas luces, de tender muchos paños y de poner roncos a sochantres y sacristanes. Esto, a fuerza de ser extraño, rayaba en lo chistoso. No se habló de otra cosa en seis meses.
Así se vino á encender Con esta pérdida el juego, Que perdió seis mil ducados Sobre palabra segura, De que tengo una escritura. 615 DO
El faro de las Ánimas era de última clase; alguna persona de influencia de Elguea había conseguido que le llevaran allí a Urbistondo; pero éste creía que el mundo entero dependía de su linterna. Le parecía también un asunto trascendental y complicadísimo encender la lámpara de petróleo y ponerle la chimenea.
Salí de la estancia precipitadamente, seguido de Paulino, y tropezando con andamios y botes de pintura, fuimos a dar hasta la alcoba en donde Antonio dormía tranquilo. ¡Antonio, por Dios! exclamé. ¡Este lugar está embrujado! ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¡Pero, hombre!, añadió Antonio, al encender la bujía y ver la expresión de nuestros rostros. ¿Qué tenéis? ¿Estáis locos? Poco menos, te aseguro.
Todavía estaba en la mesa, en el mismo lugar en que Olga la apagó para sumirse en la noche eterna. El recipiente de vidrio estaba todavía lleno de petróleo; su dueño se había dado prisa para entregarse al descanso. Con precaución, levantó el tubo para encender la mecha; la llama, atenuada por la pantalla, iluminó con un resplandor apacible y suave el espacio silencioso.
Y como sintiese sus ojos humedecerse, apartó su mano de la del enfermo, se levantó y se acercó á la ventana para contemplar la vasta superficie del mar. Sacáronle de su meditacion unos golpecitos discretos dados en la puerta. Era el criado que preguntaba si debía encender la luz.
¡Cómo has tardado tanto, hijo! siguió con acento de mal humor, mientras cerraba de nuevo la puerta. Ya no contaba contigo. Te he estado esperando un rato muy largo y, al fin, viendo que no venías me he determinado á meterme en la cama... Espera, voy á encender un fósforo. ¡No! dijo Velázquez con la misma voz de falsete. ¿Por qué no?
Palabra del Dia
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