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Actualizado: 1 de junio de 2025


La ruta de Magallanes será abandonada por la misma e idéntica causa que se abandonó la de Vasco de Gama, y la importancia comercial de ese estrecho que ha estado a punto de encender la guerra en el extremo Sur de la América, habrá desaparecido por completo.

Se pasa la mano por la frente, como si tratase de encender de nuevo esa luz, pero todo permanece obscuro; sombra y misterio es para él lo que acaba de experimentar. Le parece que va a gritar, que va a confiar a la noche la angustia indefinible en que se agita. Se pone de rodillas en el mismo sitio donde ha caído Gertrudis, y, con la frente apoyada en el ángulo del banco, gime dulcemente.

Si habiamos de encender lumbre, armábamos sitio con palos en alto, donde ponerla; y muchas veces la comida, la olla y la lumbre, y aun quien la cocia, se caian en el agua, y nos quedamos sin comer. Los mosquitos nos molestaban tanto, que no nos dejaban hacer nada.

La vida se pasa: cada cual tiene sus deberes y sus preocupaciones... Llamó, mandó encender las luces, me examinó rápidamente como si quisiera comprobar en un cambio análogo a las alteraciones que los dos años transcurridos habían producido en sus hijas. También usted ha envejecido continuó con cierta especie de benevolencia y de interés muy afectuoso.

Esa misma noche, al encender el candil que llevaba consigo, y al ir a acostarse sobre un montón de hojarasca, hacia el fondo de la gruta, hallose con el cuerpo momificado de un viejo anacoreta, que apretaba todavía entre sus manos resecas las cuentas del rosario.

Pero espéreme vuestra merced un poco; saldré a encender mi vela, y volveré en un instante a contar mis cuitas, como a remediador de todas las del mundo.

Núñez con astucia cambió en seguida la conversación. Las señoras dieron permiso para encender los cigarros y, con asombro de Elena, la condesa aceptó un cigarrito de tabaco turco que Narciso le ofreció. ¿Y dónde anda ahora Menelao, amigo Gustavo? preguntó con sonrisa insolente el vizconde de las Llanas. Núñez se turbó levemente y echó una rápida mirada de reojo a Elena.

Había perdido la costumbre de trasnochar, y como no quería volver a su casa, buscaba los cuartos sin luz, dormitando en un diván. Si llegaba una visita y había que encender luz, Maltrana era despertado como un perro, y sacudiendo las aletas del abrigo pasaba a otro cuarto o se iba a la calle, procurando terminar el sueño en la casa de algún amigo. Apenas comía.

Tanto mi marido como yo, nos hemos visto obligados a separarnos de nuestras más íntimas relaciones sociales, encerrándonos en nosotros mismos: nosotros nos contentamos siendo fieles a los Borbones, sin perder por esto nuestra sangre fría, nuestro espíritu de justicia ni nuestras almas. ¿No existen acaso bastantes pasiones a que hacer frente dentro de nosotros mismos, sin necesidad de encender los odios políticos en que arden en este momento los espíritus?

Por fin, la habitación se alumbraba sólo con el resplandor que el sol había dejado en el cielo detrás de la Casa de Campo, y aquel era tan fuerte como el llamear de un incendio. Rosalía quiso encender luz, pero Bringas saltó vivamente con la observación de que la luz no hacía falta para nada... «Eso es, lamparita para que nos asemos de calor... Dispense usted, Sr.

Palabra del Dia

rigoleto

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