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No obstante, concluyó por ceder a los ruegos de ambas. ¡Era tan natural que no quisieran separarse! Pueden ustedes tener independencia. Yo me encargo de ello. Hay una sala grande, la sala amarilla... ya sabes, Cecilia... Tiene una alcoba espaciosa... Sólo falta el despacho para Gonzalo; pero ya he pensado en eso.

Llevaban sus amores el camino de pasar a la historia sin llegar al primer capítulo, cuando el hijo de un boticario se encargó de darles una solución. Quería burlarse de Joshé y escribió una carta de amor grotesca a la hija de Arizmendi, firmando Joshé Cracasch.

Además, hay otro recurso de éxito seguro. Cuando no se sabe qué decir de un enemigo político, ó cuando se recibe el encargo de insultar á alguien que ha pintado el país tal como es, se emplea siempre la misma injuria: «Vendido al pérfido oro yanqui.» ¡Y qué inagotable resulta el tal oro! Todos los días hay alguien que se vende á él por enormes cantidades.

Tengo que haceros un encargo muy importante. Un encargo importante... Don Francisco de Quevedo... ¡Don Francisco!... ¡ese hombre!... ¡enemigo del rey!... Os engañáis, madre mía. Secretario del duque de Osuna... Secretario de mi padre. ¡Ah! aún me parece un sueño que el duque de Osuna... pero y bien, ¿qué hay que hacer por don Francisco?

La lira se encargó de su venganza. Años despues, los de Esparta en guerra con los Mesenianos, pidieron auxilio á Atenas. Esta República les envió por contingente un poeta armado de una lira. El poeta se llamaba Tirteo. Sus himnos guerreros encendieron el entusiasmo en todos los corazones y templaron la fibra viril del pueblo abatido por la derrota, que voló con decision á la batalla.

Construyó la campana del reloj, por encargo del arzobispo don Gonzalo de Mena, un maestro llamado Alfon Domínguez, del cual existen diversas memorias, constando también que el reloj y la campana quedaron instalados en los comienzos del mes de Julio del citado año de 1400.

En la escena inmediata aparecen Clara y su hermano Antonio, recién venido de Granada. Antonio ha visto á Laura, y ha concebido por ella una viva pasión, consiguiendo de su hermana que le un encargo para su amiga, y le proporcione ocasión de acercarse á ella y hablarla.

Estas ideas, que fermentaron en el cerebro de aquella gran diplomática y ministra durante todo el mes de Marzo, determinaron los recaditos que mandó a Fortunata con Ballester, el encargo que hizo a Quevedo de asistirla cuando el caso llegara, no vacilando en decir al feo y hábil profesor de obstetricia que sus honorarios no serían perdidos.

Un historiador moderno, al tratar este asunto, escribe: «Que aunque se dice de Valencia que por acuerdo del Consejo general en 16 de Julio de 1378 se encargó un reloj de torre á cierto mecánico extranjero de paso por la ciudad, sólo consta que en 1403 y en 12 de Febrero resolvió aquel municipio labrar una campana, y que batiesen las horas dos servidores asalariados á este propósito

Los pollos escribieron cartas de declaración. De todo se encargó el primogénito de Casa-Ramírez, quien iba y venía de un coche a otro con gran firmeza a pesar de su obesidad. Esto les divirtió un rato. Los billetes amorosos escritos con lápiz se leían en voz alta y provocaban los aplausos y la risa. Raimundo charlaba con el mejicano de las vacas y con Osorio.