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Actualizado: 18 de julio de 2025
Si a uno le tocaba la lotería, si a otro le daban un buen empleo, si el de más allá se casaba con una mujer rica o adquiría gran caudal con su industria, o se hacía famoso por su talento, la delicadeza exquisita de los habitantes de Lancia se sobresaltaba y procuraba, rebajando el dinero, el talento, la instrucción o la industria de su vecino, poner las cosas en su verdadero sitio.
Todavía tiene el hombre otro tercer empleo no menos digno y elevado.
¿El que la hace pagar gallina por falta, o maravedí por descuido? Sí, hermano. Bueno, bueno; he aquí el primer corchete que no ejecuta el mal, cumpliendo con su empleo. ¿Y pasó también la dueña Bermúdez, la que endotrina a las cristianillas nuevas, y las pellizca si no le toman sus aleluyas, y las repellizca si no la dan sendas blancas por ellas? Sí, hermano, ya pasó.
Tan grande era su poder, que hasta Luis creía sentirlo en torno de su persona, viendo que se sucedían las situaciones políticas sin que le tocasen su empleo. El miedo a combatir por el sostenimiento de la vida le hacía aceptar aquella situación, en la que adivinaba la mano oculta de Enriqueta.
Mi última entrevista con el señor Laubepin fué penosa: he consagrado á este anciano los sentimientos de un hijo. En seguida, fué preciso decir adiós á Elena. Para hacerla comprender la necesidad en que me hallo de aceptar un empleo, fué indispensable dejarle entrever una parte de la verdad. Hablé de dificultades pasajeras de fortuna.
Esto que recientemente han inventado los hombres y han apellidado magnetismo animal no es más que un leve e imperfecto atisbo y un ensayo rudo y embrionario, digámoslo así, del empleo de la fuerza psíquica, que en los venideros tiempos ha de conocerse mejor y ejercitarse con gran fruto.
La religión consistía de ordinario en un empleo perfectamente supersticioso de los sacramentos del bautismo y la eucaristía; un temor constante de la actividad del diablo; un uso singularmente mecánico de los formularios; una intensa ansiedad de poseer o de beneficiarse por las reliquias, cuya fácil manufactura debe haber enriquecido a muchos; un temor crónico de la brujería; y una concepción tan literal del purgatorio y del infierno, que su universal fracaso en enmendar o controlar la conducta es una revelación de la inconsecuencia de la moralidad media.
Esta carta no era fácil de escribir; en consecuencia, Judit empleó en ella todo un día: la empezó muchas veces e hizo, lo menos, veinte borradores.
Apenas estuvo vestido y arreglado, comenzó el examen del expediente y recogió todas las notas que creyó precisas, en cuyo trabajo empleó toda la mañana; después, acabado el almuerzo y a pesar de las instancias de su amigo Voinchet, tomó el rápido y descendió en Langres; allí buscó un coche de alquiler.
Esto de que me lancen del favor del rey, que me reduzcan á una vida obscura... esto no puede ser, y no será... Quevedo... Quevedo tiene ingenio bastante para dar al traste con toda esta falange de cortesanos hambrientos y miserables... Quevedo me impondrá duras, durísimas condiciones... pero no importa... más vale ceder en secreto ante un solo hombre, que no caer en público combatido por tantos. ¡Oh! creo que debo dar una lección al rey, que debo retirarme... mostrarme enojado; si yo hubiera hablado ya con Quevedo, vería si podía atreverme á presentar al rey mi renuncia del empleo de secretario de Estado universal; pero sin contar con don Francisco, sería una locura.
Palabra del Dia
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