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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Llegó la hora de cenar; vinieron a servir a la mesa unos grandes picaros, que los bravos llaman cañones. Sentámonos todos juntos a la mesa: aparecióse luego el alcaparrón, y con esto empezaron por bienvenido a beber a mi honra, que yo de ninguna manera, hasta que la vi beber, no entendí que tenía tanta. Vino pescado y carne, y todo con apetitos de sed.
Poco más adelante, enfrente, se ven doce altísimas rocas, alegres á la vista, excediendo naturaleza á la hermosura del arte. Aquí empezaron los Guaycurús á encender fuegos y hacer humaredas, que son los correos volantes para avisar á los pueblos circunvecinos de que andan por allí enemigos.
Pero me hace mucha gracia oírle decir aquellas mismas cosas que en otro tiempo eran para Laura. No ha cambiado de vocabulario. Tiene todo un catálogo de galanterías preciosas. Pero verás. Ayer nos habíamos quedado solos. Empezaron las palabras dulces. De repente le interrumpo: No, no quiero que me diga "eso". Se quedó él asombrado. ¿Por qué, Carmencita?
Frígilis comprendió lo que deseaban. Comenzó la lid soltera y al primer choque de los aceros estalló un trueno y empezaron a caer gotas como puños.
Di, ¿se lo has dicho? No le he dicho eso, señora, ni había para qué replicó Benina, viendo que Doña Francisca se excitaba demasiado, y que toda la sangre al rostro se le subía. Pero tú no recordarás lo que hicieron conmigo él y su mujer, que también era Alejandro en puño. Pues cuando empezaron mis desastres, se aprovechaban de mis apuros para hacer su negocio.
Así lo resolvió el padre, y se empezaron a hacer los preparativos para la boda, que debía verificarse en el próximo otoño. Era ya el fin de la primavera, y en aquellas edades antiquísimas sucedía lo propio que ahora que a la primavera seguía el verano. Aratispi era lugar más bonito que lo es Alora al presente.
Por entonces la gente de la vecindad, los tenderos chasqueados y las personas que de ella tenían lástima empezaron a llamarla Doña Paca, y ya no hubo forma de designarla con otro nombre. Gentezuelas desconsideradas y groseras solían añadir al nombre familiar algún mote infamante: Doña Paca la tramposa, la Marquesa del infundio.
Recibía un cintarazo por la izquierda, y al volverse encontraba un segundo Morales que le atizaba por la derecha. Luego un tercer Morales le tiraba al cráneo por lo alto, un cuarto lo hacía saltar golpeandole entre las piernas, y así sucesivamente, hasta que pedía misericordia. Los más valientes de la provincia empezaron á hablar de él con temor, adivinando su secreto.
Mas duró poco la reserva; al ir vaciándose los jarros y desocupándose las fuentes, nadie quiso estar callado y empezaron las bromas a echar chispas.
Otra vez el oficial encargado de guiarles se puso á la cabeza de la fila y empezaron á desandar el camino tortuoso y resbaladizo. El señor Desnoyers marchaba con la cabeza baja, colérico por esta intervención del enemigo que había cortado su dicha. Ante sus ojos revoloteaba la mirada de Julio, su barba negra y rizosa, que era para él la mayor novedad del viaje.
Palabra del Dia
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