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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Caía menuda lluvia cuando los dos camaradas empezaron á recorrer las calles de Burdeos, después de dejar bien cuidados sus corceles y el del barón en las caballerizas del príncipe.
Permanecí bastante tiempo, prosiguió Jacobo, sin sospechar las razones secretas que aquellas dos mujeres tenían para no separarse. No se mostraban en público, pero yo encontraba continuamente á Juana en casa de Lea y cuando ésta salía sin mí, iba siempre á casa de su amiga. Para ello empezaron á trabajar formalmente.
Después del almuerzo, la gente tomó el café a toda prisa y los salones quedaron abandonados, sonando en el vacío el abejorreo de los ventiladores y los trinos de los canarios. Todos se amontonaban hacia la proa, en las bordas de la cubierta, ansiosos de ver las islas. Empezaron a marcarse en el horizonte las gibas obscuras y borrosas de unas montañas emergiendo del mar.
Con la emoción del encuentro los dos amantes habían olvidado toda prudencia, y empezaron á hablarse en el idioma del país. Luego se fijaron en los atletas que permanecían junto á ellos, dentro del retiro formado por el brazo del gigante, y creyeron prudente valerse de otro lenguaje. Gillespie oyó claramente cómo los dos seguían el diálogo en inglés.
La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer, todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso mortal.
Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas. No sé lo que pasó en mí. ¿Ni cómo describirlo, aunque lo supiera? Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso. Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfallecía y la sostuve entre mis brazos.
Su bella situacion, la grandiosidad de sus paisages, los recuerdos de su historia empezaron por subyugar mi razon y encender mi fantasía: revivió en mí el amor al arte: pensé, soñé de nuevo, y logré por de pronto olvidar, si no curar, mis males.
Desalentados los normandos con la pérdida de su jefe y acosados de cerca, volvieron la espalda y abandonaron el Galeón, saltando atropelladamente sobre la cubierta de su barco, donde empezaron á diezmarlos las flechas de los arqueros ingleses y los peñascos que desde las cofas les lanzaban los marinos.
Palabra del Dia
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