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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Recorrió algunas otras desiertas en busca de su bastón de boj hasta que, recordando que lo había dejado en el palomar, hizo un gesto de pesar y no atreviéndose a empuñar otra vez el fatal instrumento descendió a la planta baja, también desierta, y salió a la calle. Delante se abría un anchuroso patio recientemente empedrado, cercado por elevada verja de hierro.
El patio aún subsistente es pequeñuelo, empedrado de guijos, con cuatro columnas dóricas, con una galería guarnecida con barandado de madera. A la izquierda, conforme se entra en la casa, cerca de la puerta de la calle, se abre otra puerta chica. Y esta puerta franquea una reducida estancia, cuadrada, de paredes lisas, húmeda, de techo bajo, con una diminuta ventana.
Jacinta miró hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y oyó un zumbido como de enjambre. En el patio, que era casi todo de tierra, empedrado sólo a trechos, había chiquillos de ambos sexos y de diferentes edades.
En mi tiempo, el muelle largo de Lúzaro, que en vascuence se llama Cay luce, no era tan ancho ni tan bien empedrado como ahora; tenía una pequeña muralla, y en vez de terminar en el Rompeolas, concluía en las mismas peñas.
Con el estruendo de costumbre sobre el malísimo empedrado, pasaban muchos carruajes, cuyos cristales, empañados por el frío de la noche, dejaban apenas percibir la blanca forma de una dama de copete; y seguían los tranvías su trotar monótono, entretenido el conductor en regalar el oído de los viajeros con espantables sonatas de corneta.
Además, podía llevarse todos sus libros; pero era preciso que abandonase la casa cuanto antes. Y el personaje, sacando su cartera para entregar tres billetes de mil pesetas, no sin antes invitar a Maltrana a que firmase un recibo, obsequió al joven con un nuevo discurso empedrado de buenos consejos. Había que acometer de frente la vida. La vida es seria; la vida no es un juego, joven amigo.
Los carruajes pasaban dando tumbos mortales, y los jinetes sacando chispas del empedrado, al caracolear de la escarceadora caballería. De trecho en trecho, un mozo de cordel, un artesano o algún hortera, pasaditos del fuerte, dando mayatazos. Ni una nube en el cielo.
Aquí es, y ¡no hay portería! dijo al torcer la esquina de la calle de la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los chicos. ¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón. Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era de los que tienen corredores con puertas numeradas.
Adiós, hasta la vuelta, tantas cosas a Pepe: envíame el papel que se ha olvidado, que escribas en llegando. Buen viaje. Por fin suena el agudo rechinido del látigo, la mole inmensa se conmueve, y estremeciendo el empedrado, se emprende el viaje, semejante en la calle a una casa que se desprendiese de las demás con todos sus trastos e inquilinos a buscar otra ciudad en donde empotrarse de nuevo.
Tiene un grande número de elegantes tiendas, de franceses en su mayor parte, vestidas con el lujo de los comercios de las ciudades europeas: el empedrado es de lo mas detestable que puede imaginarse, y como las lluvias son muy frecuentes, apénas puede transitarse por la citada calle.
Palabra del Dia
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