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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Poco a poco gritó Ripamilán en eso estoy yo conforme con la ciencia y con el señor Somoza su legítimo representante. No si un clavo saca otro clavo en medicina, ni si la mancha de la borrachera con otra verde se quita, pero don Santos es un tonel en persona y tiene más espíritu de vino en el cuerpo que sangre en las venas; es una mecha empapada en alcohol... prenda usted fuego y verá...

El piso de esa cloaca era de tierra apénas apretada y estaba casi todo cubierto de montones de paja sucia y empapada por la humedad. Ningun mueble se veia en el centro, y solo en dos rincones se destacaban las sombras de algunas esteras de tamo en forma de colchones enrollados.

La noche había cerrado casi por completo. Y como, según las prácticas municipales, faltaba todavía un buen cuarto de hora para encender los famosos reverberos de aceite, las tinieblas envolvían a la empapada ciudad.

La pobre no pudo dormir, y el día la encontró hecha un ovillo, empapada en sudor frío y temblando de miedo. Entre estos sucesos extraordinarios y la diaria tarea del estudio y la costura, aterrada siempre por la fascinación terrible de los espejuelos de la madre Angustias, pasó Clara cuatro años, hasta que, cumplidos los once, vino Elías por ella y se la llevó á su casa.

No si del ruido de la batalla, ó del vapor que arrojó de la tierra, empapada en la sangre de los contrarios, me han dado unos vaguidos de cabeza, que verdaderamente me tienen como tonto, y no acierto á escribir cosa que sea de gusto, ni de provecho: asi, si vm. viere por allá que algunos poetas, aunque sean de los mas famosos, escriben y componen impertinencias y cosas de poco fruto, no los culpe, ni los tenga en menos, sino que disimule con ellos; que pues yo que soy el padre y el inventor de la poesia, deliro y parezco mentecato, no es mucho que lo parezcan ellos.

Arrojó su capa empapada por la lluvia sobre uno de los grandes cofres de roble en que estaban sepultados los tesoros de la ropa maternal. Después entró en la sala, estaba desierta. Los viejos son muy capaces de estar durmiendo la siesta murmuró; creo que hoy será prudente dejarlos dormir.

Se encuentra a primera vista en su fisonomía, aquella sonrisa interior de la vida, aquella ternura inagotable en la mirada que revela en todo su ser una extraordinaria bondad: rayos de luz de una razón serena empapada en serenidad, flotando como una caricia eterna en su mirada un tanto profunda y otro tanto velada por los párpados, como si quisiera evitar que se escapase todo el fuego y todo el amor que se encerraba en sus hermosos ojos.

Pero venían envueltas en una nube tan espesa de rocío que D.ª Carolina se vio precisada a apartarse más de una vez y refugiarse por los rincones para no quedar completamente empapada. Al fin se dejó caer otra vez en la silla, rendido, aniquilado. D.ª Carolina también se sentó y le contempló largo rato con mirada chispeante de malicia.

Pero al atravesar el umbral de la casa de Dios, y detenerse entre la puerta y el cancel, y ver allá dentro, enfrente, las luces del baptisterio, una emoción religiosa, dulcísima, empapada de un misterio no exento de cierto terror vago, esfumada, ante la incertidumbre del porvenir, le había dominado hasta hacerle olvidarse de todos aquellos miserables que le rodeaban. Sólo veía a Dios y a su hijo.

Oyó los pasos que se alejaban poco á poco y volvió á sentarse murmurando: ¡Pobre joven! ¡Tambien parecidos pensamientos cruzaron por mi mente un día! ¿Qué más quisieran todos que poder decir: he hecho esto por mi patria, he consagrado mi vida al bien de los demás...? ¡Corona de laurel, empapada en acíbar, hojas secas que cubren espinas y gusanos!

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