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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Los criados soltaron al loco y se dieron a correr desapareciendo del comedor. #Amor que se extingue.# Los amores de Raimundo estaban presos por un hilo. En los últimos tiempos, Clementina, enteramente embargada por su anhelo de triunfo y venganza, apenas hacía caso de él. Veíanse a menudo, porque el joven no dejaba de frecuentar la casa; pero sus citas amorosas eran cada día más raras.
Raimundo salió hasta la escalera para despedirla, repitiéndole algunas frases amables y cordiales que no impresionaron a la dama, a juzgar por su continente grave. Bajó las escaleras descontenta de sí misma, embargada por una sorda irritación. No era la primera vez, ni la segunda tampoco, que su temperamento impetuoso la colocaba en estas situaciones anómalas y ridículas.
La solterona se volvió hacia ella y le clavó una mirada donde se traslucía junto con la sorpresa la misma indulgencia compasiva. Pero ¿de veras no sabes?... La joven hizo signo negativo. Y al mismo tiempo se sintió embargada por terrible emoción. Una corriente de aire frío atravesó su ser interior repentinamente.
Lo mismo el confesor que los libros devotos le aconsejaban que pensase con frecuencia en la cruenta pasión y muerte del Redentor, y así lo había hecho hasta entonces, embargada de dolor y anegada en lágrimas. Se le clavaba en el alma aquel rostro contraído y angustiado de Jesús en la cruz, aquellos ojos entornados y moribundos, donde aun ardían el amor y la bondad eterna de un Dios.
Se encontraba en uno de esos períodos de la vida en que las mujeres interesan poco, en que lo femenino no basta a llenar el alma embargada por otra clase de sentimientos. De un lado, la admiración y las sorpresas que diariamente le proporcionaba aquella rica naturaleza; de otro, la necesidad imprescindible de restaurar su organismo, de renovarse, de asegurar su vida expirante.
Por vosotras brindo, pues, embargada el alma de admiración y respeto, como representantes en la tierra de lo que hay en ella más sublime, el amor, la belleza, la alegría. El brindis, aunque galante, pareció estrambótico. Algunos de los más avisados murmuraron. Creció la hostilidad que contra el joven médico existía. Hubo quien dijo por lo bajo que aquel quídam había querido "quedarse con ellos".
Estaba lejos de la conversación y de la misma Charito. ¿Para qué había venido? Embargada por las influencias que la rodeaban asiduamente en casa de las Aliaga y viviendo como envuelta por una atmósfera de pasión y de encantamiento, la compañía de su "leal amiga" era algo que carecía de significación.
Se puso fuertemente colorada: apretó el paso embargada por la vergüenza. ¿Por qué habría hecho aquella tontería? ¿Qué iba a pensar el joven naturalista? Cuando menos, se figuraría que estaba enamorada de él.
Cásate con quien mejor te plazca; cásate con un aldeano; yo me alegro de ello... Sí, me alegro añadió en voz más alta porque quiero que se oree esta casa... ¡Basta de tísicos!... Quiero que corra por mi descendencia sangre nueva y generosa; quiero morir rodeado de niños frescos, sonrosados. Flora, embargada por la emoción, se apoderó de una mano de su padre y la besó.
Salí de aquel consultorio como un hombre beodo. He dicho que muchas veces había deseado la muerte, y sin embargo, aquel día amaba yo la vida, a pesar de mis horribles sufrimientos. Embargada mi mente, como debe suponerse, caminé hacia mi casa por calles apartadas, temeroso de encontrar alguna persona conocida.
Palabra del Dia
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