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Actualizado: 2 de mayo de 2025


D.ª Eloisa, la madrina del nuevo presbítero, y las damas que la habían secundado en la noble empresa de darle carrera, habían añadido algunos pormenores delicados al adorno tosco y rutinario del sacristán. Grandes macetas de flores colocadas en artísticos floreros sacados de las mejores casas de la villa, algunas cortinas de damasco formando pabellón sobre los altares, candelabros, arañas.

Si es esto un cumplimiento respondió enfáticamente Eloísa , es tan exagerado que más bien parece burla. Ese señor italiano dijo Rita es el que ha pedido canciones españolas. Es aficionado y lo entiende; conque es prueba de que merecen ser oídas.

A no me ha ofendido... Es a Dios a quien... Entonces estoy contento, porque eso no importa nada... replicó sonriendo. Hasta la vista. Ya sabe que tiene aquí un amigo y una casa a su disposición. Salió de aquella casa maldita en un estado de confusión y tristeza indescriptibles. No quiso ir a la de D.ª Eloisa, que le esperaba impacientemente.

He aquí por qué observó el general nuestro sensato proverbio dice: «Más vale malo conocido, que bueno por conocer.» ¿Y Eloísa? tornó a preguntar Arias.

Genlis eran el prototipo, y siempre creyó que ni antiguos ni modernos habían llegado al zancajo de Mad. de Staël en su Corina. No le agradaba tanto, aunque la tenía en gran aprecio, La nueva Eloísa, de Rousseau, porque decía que sus pretensiones eruditas y filosóficas atenuaban en parte el puro encanto de la acción sentimental.

¡Jesús! ¡Jesús! ¡Vaya todo por Dios! exclamó el clérigo tapándose los oídos, pero sin enfadarse. No sea usted tan malo, D. Martín. D.ª Eloisa, que bien advertía lo que estaba pasando, se levantó al fin de la silla y vino hacia ellos, preguntando con mal humor: ¿No juegan hoy al tresillo? Vamos allá, vamos allá respondió su marido, sofocando la risa que le fluía del cuerpo, como a los demás.

Te lo agradezco, Gracia; pero vuestros sofás de aquí, son muebles rellenos de estopas o crin: son de lo más duro e inconfortable que darse puede. Así son más frescos, hija mía dijo Rita, a cuyo lado se había sentado Eloísa en una estudiada postura.

Las ricas, como D.ª Eloisa y D.ª Teodora, se encargaron de comprar el cáliz y los ornamentos más costosos: las que no contaban con tantos bienes de fortuna, como D.ª Rita, D.ª Filomena y otras, suplieron el dinero con la habilidad de sus manos bordando el alba, la estola y el paño del altar, que causaban admiración.

¡Ah, Eloisita! contestó Rafael ; un dedo de la mano habría dado por haber tenido en la acción de Mendigorría tales pensamientos; no que cuando me llevaron al hospital con un balazo en el costado, maldito si me sonreían ni la muerte ni la tumba. ¡Qué prosaico sois! exclamó indignada Eloísa. ¿Es esto un anatema, Eloisita? No, señor repuso con ironía la interrogada ; es un magnífico cumplido.

Aprovechando la ocasión, podía tantearle, hacerse amigo suyo y dar comienzo poco a poco a la obra de su conversión. D.ª Eloisa no dudaba del éxito, fiada en el buen fondo de su hermano y en la virtud y la ciencia de su ahijado.

Palabra del Dia

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