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Actualizado: 2 de mayo de 2025


La afirmación de doña Eloisa de que había sido siempre el primero entre sus condiscípulos, contribuyó a hacer más grande, por no decir más interesante a sus ojos, aquel hombre. Un deseo vago, indefinido de acercarse y conquistarle nació en su mente.

Asintieron casi todas a esta resolución; pero D.ª Eloisa, a quien le dolía, hizo presente a sus amigas que el chico había mostrado aptitud para los estudios, y que sería una obra meritoria hacer de él un sacerdote. Las damas acogieron la idea con entusiasmo.

¿Qué es lo que no hacen bien esos hijos de la libertad? repuso Polo. Pero señorita dijo el general , ¿por qué no leéis libros españoles? Porque todo lo español lleva el sello de una estupidez chabacana respondió Eloísa . Estamos en todos los ramos y conceptos en un atraso deplorable.

Fortuna tuvo D. Narciso, pues en la disputa llevaba la de perder. Obdulia poseía una imaginación vivísima, y antes de haberse dado a la mística gozaba fama de alegre y chistosa entre sus amigas. D.ª Eloisa aprovechó la oportunidad para cambiar la conversación, que se había hecho peligrosa. Detrás de Cándida entró D.ª Teodora. Venía ésta acompañada de D. Juan Casanova.

Pero Eloisa y sus protectoras se habían empeñado en tenerle en el pueblo, y el rector del seminario, su venerado maestro, le aconsejó que no desatendiese sus ruegos: si la frivolidad de la villa le molestaba, su tarea, en cambio, sería más meritoria y fructífera; las almas de los campesinos no necesitan tanto prolijo cuidado.

María, sin responder una palabra, se dejó conducir por la condesa a un sillón colocado entre el piano y el sofá. Rita, para estar más cerca de ella, había dejado su puesto ordinario y colocádose junto a Eloísa. ¡Jesús! dijo al ver a María , si es más negra que una morcilla extremeña. No parece añadió Eloísa sino que la ha vestido el mismísimo enemigo.

Comprendía que a todas sus protectoras debía respeto y cariño, y se lo tributaba. Claro que en el fondo de su corazón sentía preferencias; esto es irremediable. Amaba con pasión a D.ª Eloisa.

¡Qué bien opinan los franceses, cuando dicen que pasados los Pirineos empieza el África! decía entre tanto a media voz Eloísa a Polo. Desde que ellos ocupan parte del litoral repuso este ya no lo dicen; sería hacernos demasiado favor. Eloísa sofocó una carcajada en su diminuto pañuelo guarnecido de encaje.

Sus protectoras ejercieron sobre él una vigilancia un poco impertinente a veces, otro poco humillante también, pero cariñosa siempre y bien intencionada. Entre todas, aunque tomando parte más principal D.ª Eloisa, le pagaron la crianza y el pupilaje en casa de un matrimonio artesano que habitaba en la Gusanera, cerca de la casa en que la desgraciada viuda vivía.

Este recto y majestuoso caballero tenía la costumbre desde tiempo inmemorial de hacer la tertulia por las noches a D.ª Teodora. Cuando ésta venía a la de su amiga D.ª Eloisa, lo cual sucedía una o dos veces por semana, la acompañaba juntamente con el criado.

Palabra del Dia

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