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Actualizado: 4 de junio de 2025
DOROTEA. Tan cierto como ésta es noche, dos caballeros han venido a la casa con propósitos de llevarte al mundo. ¿No lo crees? ELECTRA. ¿Dos caballeros? Antes que me digas sus nombres, mi corazón los adivina: Máximo y el Marqués de Ronda... Si es verdad que quieren llevarme consigo, me ponen en grande turbación.
ELECTRA. Aquí tienes el papel y el lápiz para que haga sus garabatitos... Es lo que más le entretiene... Luego, esta noche, aprovechando una ocasión, le traeremos a mi cuarto y dormirá conmigo. Ya he concluido. ELECTRA. Perdone un momento, Don Leonardo. Si Don Leonardo no me entretiene mucho, antes de vestirme iré a darle un besito. CUESTA. Patros... PATROS. Señor...
ELECTRA, MÁXIMO, EVARISTA, PANTOJA, DON URBANO, el MARQU
Y mi protección, obra es de mi conciencia. Y ésta quiere oprimirme. ¡Horrible confusión! Pero su autoridad sobre mí no la veo clara, y perdone mi atrevimiento. Obediencia, sumisión, no debo más que a mi tía. PANTOJA. Es lo mismo. Evarista me hace el honor de consultarme todos sus asuntos. Obedeciéndola, me obedeces a mí. ELECTRA. ¿Y mi tía quiere también que yo sea ángel de ella, de usted...?
MÁXIMO. No: ya me has dicho que te hastía el juego de muñecos vivos, o llámense novios. ELECTRA. Buscaba en ello la medicina de mi aburrimiento, y a cada toma me aburría más... MÁXIMO. ¿Ninguno ha despertado en ti un sentimiento... distinto de las burlas? ELECTRA. Ninguno. MÁXIMO. ¿Todos se te han manifestado por escrito?
ELECTRA (con paso muy ligero se aparta de los que quieren quitarle el chiquillo.
ELECTRA. ¡Pero si me has recomendado todo lo contrario! En tu rostro, en tus ojos, veo cambiadas radicalmente las condiciones de tu vida. Tú temes, Electra. ELECTRA. Sí. Sí. MÁXIMO. Sí: corran libres tus impulsos, para que cuanto hay en ti se manifieste, y sepamos lo que eres. ELECTRA. ¡Lo que soy! ¿Quieres conocer...? MÁXIMO. Tu alma... ELECTRA. Mis secretos...
Pero no se lo pongas a la Virgen del oratorio... Cuidado, Patros... A la del oratorio no, sino a la mía, a la que tengo en la cabecera de mi cama. Por Dios, no te equivoques. ELECTRA, MÁXIMO; después el MARQU
EVARISTA. ¿Y ya mayorcita, cuando vivías en Hendaya... también...? ELECTRA. Los primeros años nada más. Jugaba yo entonces con muñecas vivas: los pequeñuelos de mi prima Rosaura, niño y niña, que no se separaban de mí: me adoraban, y yo a ellos. De noche, en la soledad de mi alcoba, los niños dormiditos, aquí ellos... yo aquí. EVARISTA. ¡Oh! no sigas, por Dios.
ELECTRA. ¡Ya lo creo! CUESTA. ¿Ha hecho su declaración de una manera decorosa? ELECTRA. ¡Si no ha hecho declaración!... No me ha dicho nada... todavía. CUESTA. Tímido es el mocito. ¿Y a eso llama usted novio? ELECTRA. No debo darle tal nombre. CUESTA. ¿Y usted le ama, y sabe o sospecha que es correspondida? ELECTRA. Eso... lo sospecho... No puedo asegurarlo.
Palabra del Dia
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