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Actualizado: 4 de septiembre de 2025
ELECTRA. ¿Y nada debo temer de las dos personas que...? Ya sabe usted que se creen con autoridad... MARQU
ELECTRA. No, señor: voy a comunicársela yo a ellos, que la tengo de sobra. PANTOJA. Ya sé la causa de tu grande alegría, ya sé... ELECTRA. Pues si lo sabe, no hay nada que decir... Hasta luego, Don Salvador. Concédeme un ratito. ELECTRA. ¿Nada más que un ratito? PANTOJA. Nada más. ELECTRA. Bueno.
Por la verdad combatimos. ¿Cómo hemos de suponer que Dios nos abandone? No puede ser, tía. DON URBANO. Al pasar por estos patios, ¿has visto a Electra? MÁXIMO. No. Ahora pasa. Viene del cementerio. La blancura de su hábito le da el aspecto de una aparición. DON URBANO. Silencio. MÁXIMO. No puedo contenerme.
La acción en Madrid, rigurosamente contemporánea. Sala lujosa en el palacio de los señores de García Yuste. A la derecha, paso al jardín. Al fondo, comunicación con otras salas del edificio. A la derecha primer término, puerta de la habitación de Electra. EL MARQU
De eso trato... Pero con todo mi tino no llegaré, ¡ay! MÁXIMO. Déjame que te ayude a poner la mesa. ELECTRA. ¿Lo crees tú? MÁXIMO. Tan cierto como... como que tengo un hambre de cincuenta caballos. ELECTRA. Me alegro. Ahora falta que te guste la comida que te han hecho estas pobres manos. MÁXIMO. Tráela y veremos. ELECTRA. Al instante. MÁXIMO. ¡Singular caso!
Me da miedo... Pero esas visiones, hija, se concluyeron cuando fuiste entrando en edad... ELECTRA. Cuando dejé de tener a mi lado muñecas y niños. Por eso quiero yo volverme ahora chiquilla, y me empeño en retroceder a la edad de la inocencia, con la esperanza de que siendo lo que entonces era, vuelva mi madre a mí, y hablemos, y me responda a lo que deseo preguntarle... y me dé consejo...
EVARISTA, DON URBANO, sentados junto a la mesa despachando asuntos; BALBINA, que sirve a la señora una taza de caldo. Ya lo sabes. Que nos parece bien el plano y presupuesto, y que ya nos entenderemos con el contratista. EVARISTA. No importa. Aún nos sobra dinero para la continuación del Socorro. BALBINA. Ya vigilo, señora. Este juego de la señorita Electra creo yo que no trae malicia.
Determinémonos, amiga del alma, a poner a Electra donde no vea ejemplos de liviandad, ni oiga ninguna palabra con dejos maliciosos... EVARISTA. Donde respire el ambiente de la virtud austera... PANTOJA. Donde no la trastorne el zumbido de los venenosos pretendientes sin pudor... En la crítica edad de la formación del carácter, debemos preservarla del mayor peligro, señora, del inmenso peligro...
PANTOJA. Una pena... que me aflige más por ser yo quien he de causártela. Bien quisiera; pero no puede ser. ELECTRA. ¡Oh! ya estoy aterrada. PANTOJA. Por Dios, déjame hablar... no seas tan viva... Hija mía, yo no hablo mal de nadie, ni aun de los que me aborrecen. Máximo es bueno, trabajador, inteligentísimo... ¿Qué más quieres? Así, así.
Palabra del Dia
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