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Actualizado: 19 de junio de 2025


Cabalmente hacia la época en que Hans Sachs y Rosenblüt , no obstante su rudo ingenio y dotes poéticas populares, echaban los cimientos de su literatura dramática, que hubiesen podido servir á poetas posteriores para darles forma más perfecta, abrieron los eruditos con sus piezas latinas un abismo entre la comedia popular y el drama clásico de más altas pretensiones.

Tenía una salud de bronce, y crecía y se redondeaba que era una bendición de Dios: los amigos de la familia la comían a besos los carrillos, y la decían verdaderas atrocidades mientras la volteaban en el aire, o la echaban una zancadilla en un corredor o en mitad de la escalera, siempre, por supuesto, a escondidas de sus padres y, sobre todo, de su hermano, que cada día era más ruin y más inaguantable, por envidioso y desabrido.

A las mujeres que se hallaron allí, se les daba un cuartucho de ración, y á los mozos medio, y á muchos otros no les daban nada; y viéndose morir de sed muchos dellos, se huían al campo de los turcos, que fueron más de 700 personas, entre los cuales se iban también soldados de todas las naciones, y algunos dellos, que eran de confianza, que los ponían á la guardia fuera, en el foso, y también de dentro el fuerte se huyeron algunos dejando la guardia, y hobo otros que se echaban de noche por la muralla y se fueron á los turcos.

Pero a su palco concurrían elementos heterogéneos, muchos de los cuales lo echaban todo a perder; y no eran escépticos sino cínicos, ni seductores más o menos auténticos, sino compradores de carne humana. Pero si estos eran los que pagaban el palco, a él concurrían cuantos socios del Casino tenían amistad con cualquiera de ellos.

Agustina se ofreció a seguir a su servicio, e Isidora lo aceptó con gozo, aunque no tenía en sus bolsillos una sola moneda. ¡Terrible contradicción! Ella no podía ser pobre, y sin embargo lo era. Ocupándose de arreglar la habitación y de procurarse algunas comodidades, ¡cuántas cosas echaban de menos!... Empezaron a nombrar esto y lo otro.

14 Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea, predicando el Evangelio del Reino de Dios, 15 Y diciendo: El tiempo es cumplido; y el Reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al Evangelio. 16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón, y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.

El recurso de dejarlos a solas con su pecado, había producido muy buenos frutos. Poco a poco se habían ido levantando de su caída, y ya le echaban de menos.

Se bailó en mangas de camisa, con esa grata familiaridad que caracteriza a los hombres de negocios en momentos de alegría. Así y todo, se sudaba como en los primeros días de la creación. Las mejillas de las damas echaban fuego. ¡Ah, si pudieran utilizar el hielo que envolvía en aquel instante el corazón del violinista del café del Siglo, qué bien se refrescarían!

A clase de Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo apretaban, y a primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y con el susto fuera del cuerpo.

Obdulia se encargó desde el primer momento de premiar el celo y la actividad de Trabuco, que estaba loco de contento. Todas las damas le felicitaron por su energía para cerrar aquello con llave y por el buen gusto de la mesa. Los ojos montaraces le echaban chispas, pero no se movían. Obdulia le sentó a su lado. ¡Feliz Ronzal aquella noche! Ana se encontró sentada entre la Marquesa y don Álvaro.

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