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Actualizado: 3 de mayo de 2025
La portera tenía á esta mujer por alemana, pero ella hacía constar su condición de suiza. Desempeñaba el empleo de cajera en un almacén que no era el de su compañero. Por las mañanas salían juntos, para separarse en la plaza de la Estrella, siguiendo cada uno distinta dirección.
Tu eres la estrella que mis pasos guias En el camino del desierto mundo, Y de tu lumbre el esplendor divino Siempre me alhaga. La corona de fuego Del astro, rey del dia, Entre la onda fria Del mar, se sumerjió; Y la apacible noche, Su frente plateada De estrellas coronada, Serena levantó.
Bien haya tal señor y tal criado: el uno, por norte de la andante caballería; y el otro, por estrella de la escuderil fidelidad. Levantaos, Sancho amigo, que yo satisfaré vuestras cortesías con hacer que el duque mi señor, lo más presto que pudiere, os cumpla la merced prometida del gobierno.
8 Y el segundo ángel tocó la trompeta, y como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado en el mar; y la tercera parte del mar fue vuelta en sangre. 9 Y murió la tercera parte de las criaturas que estaban en el mar, las cuales tenían vida, y la tercera parte de los navíos pereció. 11 Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo.
«Allá por Marzo será el gran suceso, la admiración del mundo gruñía el infeliz, dando vueltas sobre sí mismo . Lo anunciará una estrella que ha de aparecer por Occidente, y los Cielos y la tierra resonarán con himnos de alegría». ¿Pero qué estás diciendo? Vamos, hijo de mi alma, estate tranquilo.
Señor doctor dijo el duque a Stein , en vuestras manos me pongo. Confío en Dios, en vos y en mi buena estrella. Manos a la obra, y no perdamos tiempo. Al oír estas palabras, Stein levantó la cabeza; su rostro quedó perfectamente sereno, y con un ademán modesto, pero imperativo y firme, alejó a los circunstantes.
Y siguió adelante, pero con paso vago, como de quien no sabe á dónde va. ¡Eh, caballero! le dijo una voz de mujer al pasar junto á la puerta. Hábito llevo dijo don Francisco ; conque bien puedo responder aunque á pie me hallo. ¿Qué se os ocurre, señora? Mi señora os llama. ¿Y quién es vuestra señora? La señora condesa de Lemos. ¡Ah! pues sed mi estrella. ¡Qué! Que me guiéis. Seguidme.
Ahora pensaba en la humanidad; en el largo y doloroso camino que aún tenía por delante; en la obscura selva por donde marchaba, encadenados sus pies con los hierros del pasado, tendiendo las manos doloridas hacia el ideal, hacia la justicia, que brillaba lejos, muy lejos, como una estrella perdida en la noche. El sol se había ya ocultado.
¿Cómo es posible que ese hombre tan despejado, tan penetrante, tan instruido, no haya podido mejorar su fortuna, ó haya perdido la que tenia, cuando ese otro tan encogido, tan torpe, tan rudo, ha hecho inconcebibles progresos en la suya? ¿No debe esto atribuirse á la casualidad, á fatalidades, á mala estrella?
El cumintán es una mezcla de todos los acordes tristes y melancólicos que se conocen en el pentágrama. El cumintán es una balada compuesta de suspiros. Sus notas son otros tantos ayes arrancados en el silencio de la noche, de la mujer que ama, del corazón que espera, del proscripto que tras la azulada bóveda busca cual otro rey del Oriente la estrella que marca el derrotero de su patria.
Palabra del Dia
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