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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Cuando Dupont se lo llevó, terminada la comida, la señora hizo que los criados quitasen apresuradamente el cubierto, los vasos, todo lo que había servido al forastero, sin que ella se atreviese a tocarlo. ¡Que jamás volviese a ver aquello en la mesa! El negocio era una cosa y otra el alma, que debía conservarse limpia de todo contacto impuro.
Conocía de antiguo a todos sus compañeros de oficina, su ductilidad ante el carácter imperioso de don Pablo Dupont, el jefe de la casa.
La verdad es que no me gustaría dejar de ser Diana Gardanne para convertirme en la señora Durand, la señora Dupont o la señora Boucher; se me figura que tendría un aire de vulgaridad espantosa. Pues yo, cuando he soñado en las cualidades que pudiera tener mi marido, nunca he formulado el deseo de que esté adornado con un nombre decorativo. ¡Ahí viene mamá! ¡Buen día, tía! exclamó Diana.
Casarme con tu hermana, no terminó Dupont. Eso es una locura, Fermín; piénsalo bien: un disparate. Fermín se exaltó al contestar. ¡Un disparate! conforme; pero lo era para la pobre Mariquilla. ¡Vaya una fortuna! ¡Cargar con un hombre como él, que era un saco de vicios, y no podía vivir ni con las mujerzuelas más soeces de aquella tierra!
Su hijo mayor acababa de casarse y sería el dueño de la casa. Ya no era la fortuna de los Dupont, era de un Torreroel, y con esto le parecía que se borraba su vergonzoso origen, y que Dios protegería mejor los negocios de la casa.
Apresuradamente, como en los tiempos que llegaba tarde a la escuela, entró Fermín Montenegro en el escritorio de la casa Dupont, la primera bodega de Jerez, conocida en toda España; «Dupont Hermanos», dueños del famoso vino de Marchamalo, y fabricantes del cognac cuyos méritos se pregonan en la cuarta plana de los periódicos, en los rótulos multicolores de las estaciones de ferrocarril, en los muros de las casas viejas destinados a anuncios y hasta en el fondo de las garrafas de agua de los cafés.
Según nuestras noticias, Dupont continuaba en Andújar, reforzado por la división de Vedel. ¿Habían trabado acción con nuestro tercer cuerpo y el de reserva, que, pasando el río por Marmolejo, estaban situados en la orilla derecha?
Volvía a tirarle el señorío, según decía, y alardeaba impúdicamente de sus nuevas relaciones, viviendo en casa de Dupont y entregándose los dos a fiestas ruidosas. Les parecía su amor desabrido y monótono, si no lo sazonaban con embriagueces y escándalos que alterasen la hipócrita calma de la ciudad. Se han juntado dos locos continuó Fermín.
Y Dupont el mayor acogía con sonrisa benévola las palabras de su primo, mientras enumeraba las excelencias de cada vino famoso. El encargado de la bodega, rígido como un soldado, se colocaba ante los toneles con dos copas en una mano y en la otra la avenencia, una varilla de hierro rematada por un estrecho cazo. ¡Saca, Juanito! ordenaba imperiosamente el amo.
Pero nosotros teníamos, para sojuzgar a los traidores, rehenes preciosos, cuales eran los restos del ejército de Dupont, que estaban en nuestro poder, como una víctima maniatada y con la cabeza sobre el tajo.
Palabra del Dia
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