Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 6 de junio de 2025
-Y ¿adónde se toma el aire en esta ínsula? -Adonde sopla. ¡Bueno: respondéis muy a propósito! Discreto sois, mancebo; pero haced cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel. ¡Asilde, hola, y llevadle, que yo haré que duerma allí sin aire esta noche! ¡Par Dios -dijo el mozo-, así me haga vuestra merced dormir en la cárcel como hacerme rey!
El español hizo un movimiento de cabeza al oir la palabra «otro», y vió por un instante la imagen de su asociado. Elena le miraba ahora con ojos compasivos. Duerma tranquilo, Robledo, como yo voy á dormir. Deje que esos dos vanidosos anuncien que se van á matar. Verá como no ocurre nada grave.
Temo que le parezcan a usted razones de egoísmo, Nieves; porque lo cierto es que se dan un aire, así de pronto... En primer lugar, el señor don Alejandro es incapaz de que la desfavorezca; y al pensar de usted cosa que la desfavorezca; y al ver que usted sigue negando y ha vuelto a ser en todo y por todo lo que antes era, como volverá a serlo desde mañana, en cuanto esta noche duerma con sosiego algunas horas, que sí las dormirá aunque al principio la desvelen algo las pesadillas, se le disiparán todas las aprensiones y acabará por reírse de ellas.
La lección continúa; al cabo de una hora, el vizconde casi sabe ponerse en guardia con la espada; el maestro le garantiza que no hará mal papel, le aconseja que se acueste temprano y que duerma y le vende un par de espadas de combate con la cazoleta reglamentaria.
-No, por cierto -respondió don Quijote-; a lo menos, en estos tres días que yo he estado con ellos, ninguno ha pegado el ojo, ni yo tampoco. -Aquí encaja bien el refrán -dijo Sancho- de dime con quién andas, decirte he quién eres: ándase vuestra merced con encantados ayunos y vigilantes, mirad si es mucho que ni coma ni duerma mientras con ellos anduviere.
Acuéstese usted, duerma si tiene sueño, y déjeme a mí, que yo sé lo que tengo que hacer. No dependo de nadie, ¿estamos? Soy dueña de mi voluntad, ¿estamos?». La determinación firme que revelaban estas palabras llevó al bendito D. José a las más elevadas regiones del pasmo, del aturdimiento, de la confusión.
Su vestido era de color oscuro, toda su persona tenía ese aspecto reducido, comprimido, disminuido, por decir así, de las personas que trabajan mucho sin moverse, y aunque estaba por encima de todo cansancio, estiraba los flacos brazos como un obrero adormecido entre dos tareas que se despierta al oír el canto de los gallos. Duerma me dijo. He abusado con exceso de su complacencia en escucharme.
Es claro, ¡le beso tanto! ¡Y él, que estaba tan tranquilo! ¡Ya reposa!... ¡Chist!... ¡Silencio! no se despierte mi niño. ¡Bah! voy á dejarle solo para que duerma... ¡Angel mio! ¿Se queja?... Sí... Nó; es que sueña. ¡Ay qué gesto tan bonito! Mas ¿qué es eso? ¿Se despierta? Nó; pero ¡qué es ese ruido?
Donna Olimpia así lo recomendaba diciendo: Nada de malos tratamientos. No le hagáis el menor daño. Hasta podéis desatarle las manos cuando esté en el desván y llevarle de comer y de beber y un colchón para que duerma. Dirigiéndose luego a Miguel de Zuheros, donna Olimpia le dijo: Yo os ruego, señor, que me perdonéis el grave disgusto que os ha causado el venir a verme.
Hízose una pausa, que interrumpió el anciano duque: Guardemos compostura, vizconde. Recordad que tenemos una alta obra que cumplir. Dejad para otro momento vuestros arrebatos y vuestras bromas. ¡Para otro momento, querido consuegro? ¿Para cuándo? ¿Para cuándo tenga que estarme otra vez años y siglos, ahí, rígido en el cuadro, aunque me pique la nariz o se me duerma una pierna?
Palabra del Dia
Otros Mirando