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Lo por experiencia, : la soledad, el mucho rezar, las penitencias, las meditaciones, las vueltas y revueltas y dolorosos giros del pensamiento, más y más avivan en la pasión que me quema. Lo muy bien, lo veo, lo toco.

La infeliz no tiene culpa de esto, ignora que soy su madre, me ve poco, las oye a ellas con más frecuencia que a ... ¡Sabe Dios lo que le dirán para que me aborrezca! Di si no es esto peor que cuantos castigos pueden padecerse en el mundo; di si no tengo razón para estar muerta de celos, , y los peores, los más dolorosos y desesperantes que pueden desgarrar el corazón de una mujer.

Sus ojos se hundieron bajo las cejas y su color azul se ensombreció como un lago sobre el cual pasa una negra nube. Bajó la voz y dijo: Me recuerda usted uno de los momentos más dolorosos de mi vida. , yo amaba y amo aún á María de Freneuse.

Vete y corrígete, y haz de modo que no tenga yo que apelar a dolorosos extremos para poner coto a la audaz conducta de que parece que te jactas en vez de arrepentirte.

Tal vez sus disputas habían terminado con golpes; tal vez al entrar en la casa, titubeante y oliendo a alcohol, este falso Wagner, con una pesadez brutal, había puesto su puño en la cara de Mina, la criatura de ensueño que intentaba «regenerarlo». Hablaba ella lacónicamente al hacer memoria de esta parte de su vida, como si quisiera salir cuanto antes de los dolorosos recuerdos.

Al leer en los diarios noticias de fusilamientos, saqueos, quemas de ciudades, éxodos dolorosos de gentes que veían convertido en pavesas todo lo que alegraba su existencia, sentía otra vez la necesidad de repetir sus puñaladas imaginarias. ¡Ay, si ella tuviese á mano uno de aquellos bandidos! ¿Qué hacían los hombres de bien que no los exterminaban á todos?...

La madre vino, pero sintiendo cielo de tormenta, estuvo sólo un momento y desapareció. Romper, es palabra corta y fácil; pero comenzarlo... Nos habíamos sentado y no hablábamos. Inés se inclinó, me apartó la mano de la cara y me clavó los ojos, dolorosos de angustioso examen. ¡Es evidente!... murmuró. Qué le pregunté fríamente.

Luego aparecían las trincheras y el soldado que escribía la carta puesto de espaldas, y al volver la cabeza hacia el público, mostraba su rostro. ¡Alberto!... ¡Alberto!... La vieja tuvo que hacer un esfuerzo enorme para contenerse. Le subía este grito á la garganta con estertores dolorosos. Pero tembló ante la idea de escandalizar á los espectadores, como en la noche anterior.

Un coro de súplicas desesperadas, de ruegos dolorosos, llegó hasta el capitán y los soldados que le seguían.... ¡Hermanos, no nos dejéis!... ¡Hermanos, por Jesús!

Y la gente menuda contestaba al alarido de la madre con una explosión de ahullidos dolorosos, para que la tierra oscura, el espacio azulado y las estrellas de agudo fulgor se enterasen bien de que había muerto su prima, la dulce Mari-Cruz. Salvatierra sentíase dominado por este dolor trágico y estruendoso, que se deslizaba al través de la noche, rasgando el silencio de los campos.