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Actualizado: 27 de julio de 2025


Disimuló, no obstante, y dijo: Pues que del relato de vuestra historia estamos pendientes, seguidla, que ya veis con cuánta atención y buen deseo os escuchamos. No ha de ser sin que vos acabéis vuestro relato, señora, dijo Margarita, que lo que del mío queda, aunque sea bien doloroso, es harto breve.

Luego se abalanzó sobre Celinda, besándola y mojando su rostro con frecuentes lagrimones. ¡Mi patroncita preciosa!... ¡Mi niña, que la he querido siempre como una hija!... Conocía á Celinda desde que ésta llegó al país y entró ella en la estancia como doméstica. Le resultaba doloroso separarse de la señorita, pero no podía transigir más tiempo con el carácter de su padre.

En tal caso no tenía más remedio que volverse él santito también, dedicarse a la Iglesia y hacerse cura... ¡Jesús qué disparate! ¡Cura!, ¿y para qué? De vuelta en vuelta, su mente llegó a un torbellino doloroso en el cual no tuvo ya más remedio que ahogar las ideas, para librarse del tormento que le ocasionaban. Intentó estudiar... Imposible.

Los tres contemplaron en silencio el retrato: Alonso, con lástima; Relimpio, con la curiosidad mundana del que se cree experto en cosas femeninas; Isidora, con doloroso pasmo en toda su alma, el cual crecía, dándole tantas congojas, que retiró su vista del cuadro y se apartó de allí para no dar a conocer lo que sentía. Ninguno de los presentes conocía el secreto de su vida.

El millonario, después de terminado el relato, se hundió en el sillón, anonadado, sin fuerzas, como si al echar fuera de el peso doloroso de los recuerdos, cayese sobre él, de un golpe, el cansancio de la noche anterior pasada en vela, el desfallecimiento del hambre. Y ahora, ¿qué piensas hacer? preguntó Aresti. ¿Y me lo preguntas? dijo con desaliento el millonario. ¡Qué yo!

Heredero del genio de la raza eslava, movido por sentimientos impetuosos y demasiado vecinos de los instintos primitivos, Zakunine padecía, además, de ese histerismo que, según la ciencia moderna de las enfermedades nerviosas ha comprobado, no es solamente un doloroso privilegio del sexo femenino. Cosas verdaderamente increíbles se referían del Príncipe, de su tumultuosa juventud.

Lo dejó sobre la mesa con miedo y con ciertas precauciones. Ana entró en el despacho. Vestía hábito del Carmen. Seguía pálida, pero había vuelto a engordar un poco. A Mesía le latió el corazón y se le apretó la garganta, con lo que se asustó no poco. Aquella mujer despertaba en él, ahora, una ira sorda mezclada de un deseo intenso, doloroso.

El arroyo tiene entonces el color gris del hierro; las hierbas del fondo ondulan tristemente; el agua, tan alegre y susurrante en la época de las flores, parece que en su masa lleve algo doloroso y sombrío. Algunos viejos raigones situados cerca de la orilla aparecen cubiertos con mantos de nieve.

Tenemos, por último, las inyecciones de parafina, que hinchan el rostro; es bastante doloroso: debe usted permanecer durante un mes en un lugar apartado, mientras es absorbida la parafina. LA DAMA. ¡Pero lo que usted me propone son suplicios chinos...! LA CHOUTE. Para estar hermosa hay que sufrir.

Ahora de mucho, de todo, Catalina mía dijo Quevedo, rodeando la cintura de la condesa, que se estremeció. Cuenta conmigo. Cuidado con lo que ofreces dijo Quevedo. Todo cuanto yo pueda es tuyo. ¿La ambición de tu padre?... ... ¿La vida de tu esposo?... , y cien veces . Pasó algo terrible, inmenso, doloroso, por el alma de Quevedo, esto es, por sus ojos.

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