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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
Al mismo tiempo me acosaban los remordimientos. ¡Cuál sería el dolor de mi pobre mujer si llegase a averiguar que su marido andaba por la corte enamorando chiquillas! Un día recibí carta suya, participándome que tenía a mi hijo menor un poco indispuesto, y rogándome que procurase arreglar los negocios y volviese pronto a casa.
No bien hubo percibido aquel rostro delgado y aquella ligera deformidad de la figura, estrechó á la niña contra el pecho, con tan convulsiva fuerza, que la pobre criaturita dió otro grito de dolor. Pero la madre no pareció oirlo. Desde que llegó á la plaza del mercado, y algún tiempo antes que ella le hubiera visto, aquel desconocido había fijado sus miradas en Ester.
Eran tanto más ásperos éstos cuanto que vio claramente que Luis la había estado engañando mucho tiempo, le había fingido cariño cuando amaba ya a otra. La miserable traición de Amalia la sublevaba, le inspiraba horror y repugnancia; pero la del conde, tenía que confesárselo, la traspasaba de dolor y acrecía su pasión desmesuradamente. Supo, no obstante, mantener su dignidad a flote.
En la explosión de su dolor, debía habérsele escapado á Alicia una parte de su secreto delante de Valeria y ésta se lo habría hecho saber á Novoa. Luego hablaron del aislamiento en que vivía la duquesa. Hace un mes que nadie la ve dijo Spadoni . Las gentes empiezan á olvidarse de ella; muchos creen que se ha marchado.
Se conocen de todos los días, galeotes de una misma cadena, sombríos discípulos de un mismo maestro, el inmortal Dolor, y entre ellos se ha hecho una suave simpatía consoladora.
Entranse, y salen á poner un estrado con quatro almohadas para el REY, donde se sienta, y salen acompañandole quatro ó cinco moros, y tambien sale delante el chiquillo renegado JUANICO. De ira y de dolor hablar no puedo, Y es la ocasion de mi pesar insano El ver que Don Antonio de Toledo Ansi se me ha escapado de la mano.
Los libros de D. José, ya repletos de números, no contenían más que partidas fallidas, y daba dolor ver en sus garabateadas páginas el triste papel que hacían los Haberes junto a las nutridas columnas del Debe. Veamos cómo pasaba el tiempo la dueña de la casa. Entre bañarse, peinarse, vestir y arreglar a Riquín, se le iba la mañana.
Estas logomaquias de la voz interior, para la enferma eran claras, porque no hablaba así en sus adentros sino en vista de lo que experimentaba; todo esto lo pensaba porque lo observaba dentro de sí: llegaba a no creer más que en su dolor.
Y en esto, como se comprenderá fácilmente, había sus más y sus menos. Su figura, aunque agradable, era exigua. El mayor dolor de su vida era no poseer cuatro ó cinco dedos más de estatura. Pero sabía realzarla extremadamente vistiendo con particular esmero: la pechera de la camisa adornada con botones de diamantes, la faja de seda, las botas de charol.
También le había molestado a él con un sordo dolor, desde la última entrevista, pero tenía de su parte la resignación y el rezo, y callándose un momento, a fin de que el maestro pudiese escribir en su libro de memorias una receta que le dictó para curar la sorda intermitencia, el señor Mac Sangley acabó por informarse de la respetable señora Morfeo.
Palabra del Dia
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