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Actualizado: 18 de junio de 2025
Era quizás Gumersindo la persona que en Madrid tenía más arte para doblarlos, porque ha de saberse que doblar un crespón era tarea tan difícil como hinchar un perro.
Al fin, el 5 de Octubre la armada de la Liga llegó a Cefalonia, teniendo a babor la Morea; y la descubierta, comandada por el capitán Juan de Cardona, descubrió al doblar el golfo de Lepanto la escuadra del turco.
Salieron al cabo de los castañares, y se dispusieron a doblar la colina que les separaba de Marín. Hacia la cumbre estaba desembarazada de árboles. El terreno era más árido. La luna les alumbró nuevamente. Rosa tornó a ser comunicativa y se aproximó a su protector risueña y confiada. Pero un rumor que creyó advertir detrás la hizo ponerse seria de pronto y detener el paso.
Ella era una Princesa, yo un impostor. Pero ¿acaso pensé en ello un solo momento? Lo que hice fue doblar la rodilla ante la bella y tomar su mano entre las mías. Nada dije. ¿Para qué? Me bastaban los suaves rumores de aquella hermosa noche y el perfume de las flores que nos rodeaban, únicos testigos del beso que deposité en sus labios. Flavia me rechazó dulcemente, exclamando: ¡Ah!
Cuánto has engordado, Gonzalito. ¡Vaya un real mozo! ¿Por qué no creces como él, Periquito? Don Gonzalo, les come usted las sopas en la cabeza a todos los mozos de Sarrió. Crecer no ha crecido, lo que ha hecho es doblar de cuerpo. Ven acá, granadero, dame un abrazo apretado. Un patrón de barco afirmó que se parecía como una gota de agua a otra al Príncipe de Gales.
Después de una travesía larga y llena de peripecias, llegamos frente al Estrecho de Magallanes; pero como no teníamos viento favorable, decidí bajar y doblar el Cabo de Hornos. Pasamos por el Cabo Deseado y el de la Desolación, con un frío muy intenso y tiempo claro; pero al llegar a la altura de la isla de Wollaston se nos echó encima una bruma densísima, que no se quitó en una porción de días.
Seguimos navegando, cortamos el paralelo 50° sur por los 102° oeste próximamente, y nos acercamos al continente americano, hacia la isla de la Desolación. Ya no nos quedaba ningún caso de vómito negro. No le pareció prudente al capitán intentar el paso por el estrecho de Magallanes, y se decidió a doblar el Cabo de Hornos, a gran distancia de tierra.
Eran de aquellas familias que admiraba su padre sin saber por qué; procedían de lo que llamaban al otro lado del mar «la madre patria», todas excelentísimas y altísimas para la buena doña Chicha, y emparentadas con reyes. No sabía si darles la mano ó doblar una rodilla, como había oído vagamente que es de uso en las cortes.
El viento, muy frío, cristalizaba aún más la claridad de la mañana de oro, y los caballos, que sentían de frente el sol, casi horizontal todavía, entrecerraban los ojos al dichoso deslumbramiento. Seguían así, solos y gloriosos de libertad en el camino encendido de luz, hasta que al doblar una punta de monte, vieron a orillas del camino cierta extensión de un verde inusitado. ¿Pasto? Sin duda.
Después oyeron ruido, sintieron la voz de Fortunata que hablaba quedito con Patricia, diciéndole quizás cómo y cuándo mandaría a buscar su ropa. Tía y sobrino asomáronse luego a los cristales del balcón y la vieron atravesar la calle presurosa, y doblar la esquina sin dirigir una mirada a la casa que abandonaba para siempre.
Palabra del Dia
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