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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Marta le escuchaba con atención profunda, revelando en su semblante todas las fases de la indignación; tiraba cada vez con más fuerza de las sábanas y las doblaba atropelladamente sin apartar los ojos de los del narrador.
Cuando los ejemplares de los periódicos habían sido dados á luz por la máquina; cuando ésta se paraba fatigada del alumbramiento y hacía rechinar sus tornillos como si le dolieran; cuando los ejemplares recién nacidos, húmedos, pegajosos y mal olientes, eran apilados sobre una gran mesa, el vestiglo los doblaba cariñosamente, les ponía las fajas, les daba la forma con que circulan por toda la redondez de la tierra, llevando la idea á las más apartadas regiones, vivificando cuanto existe; los transportaba al correo, los pesaba, los franqueaba, tratábalos con el cariño de un padre y creía que él sólo era autor de tanta maravilla.
Así lo hizo Lorenzo, a puro talón, ocupadas las manos en funciones previsoras, y cuando el tostado comprendió que se le ordenaba salvar el obstáculo, estiró una mano que, mientras doblaba la otra, fue bajando despacio, hasta afirmarla en el fondo de la zanja donde luego puso aquélla, quedando en la violenta posición consiguiente; aproximó en seguida las patas traseras una de las cuales metió en la zanja, que finalmente pasó tras contorsiones que dieron a Lorenzo la sensación de haber transmontado en dos trancos la mismísima cordillera de los Andes.
Vas á seguir en las tierras.... Pásate mañana por casa... hablaremos. Me pagarás como mejor te parezca. Y doblaba su cuerpo, evitando que se le acercase el tío Barret. Pretendía escurrirse, huir de la terrible hoz, en cuya hoja se quebraba un rayo de sol y se reproducía el azul del cielo.
Recordó su beso, aquel beso que espeluznaba su dorso y doblaba sus piernas, haciéndolo descender como un náufrago contento de su suerte á través de un océano de delicias... ¡Y no lo recibiría más!... ¡Y su boca, que tenía un sabor á canela, á incienso, á selva asiática poblada de voluptuosidades y asechanzas, no era en aquellos momentos mas que un orificio negro que empezaba á servir de puerta á toda la gusanería de la putrefacción!... ¡Ah, miseria!
Concebimos que este último precepto se cumpliese; ¿pero no nos será lícito dudar que rogasen las iglesias de la afligida Córdoba mozárabe por la salud de los califas? En los dias de Domingo no doblaba el pueblo las rodillas para orar: se oraba asímismo en pié todos los cincuenta dias pascuales, desde Resurreccion hasta Pentecostés, en cuyo tiempo tampoco habia ayunos públicos ó de precepto.
Los quince mil francos de Alicia estaban en peligro. Aquel hombre no quería que la banca continuase. Si ganaba, desaparecía de golpe todo el capital puesto por Alicia; si perdía, se doblaba el dinero de ésta... Pero iba á ganar indudablemente. ¡Cuando un hombre de tan buena suerte se atrevía á hacer esto!... Quedó aterrado Spadoni al oir la voz del grande hombre.
Embebido en mis pensamientos me sorprendí varias veces a mí mismo riendo como un pobre de mis propias ideas y moviendo maquinalmente los labios; algún tropezón me recordaba de cuando en cuando que para andar por el empedrado de Madrid no es la mejor circunstancia la de ser poeta ni filósofo; más de una sonrisa maligna, más de un gesto de admiración de los que a mi lado pasaban, me hacía reflexionar que los soliloquios no se deben hacer en público; y no pocos encontrones que, al volver las esquinas, di con quien tan distraída y rápidamente como yo las doblaba, me hicieron conocer que los distraídos no entran en el número de los cuerpos elásticos, y mucho menos de los seres gloriosos e impasibles.
Pronto se dejó ver la cabeza de la procesión que, procediendo lenta y majestuosamente, doblaba una esquina y se abría paso al través de la muchedumbre que llenaba la plaza del mercado.
Dos más... contestó el ama reflexionando. Sí, señora; ¿no llegó dos días antes? ¡Ah! tiene el señor razón... pero es que Monsieur Artegui, los dejó pagados. Lucía, que a la sazón doblaba algunas prendas de ropa para colocarlas en su baúl, volvió repentinamente la cabeza, como ave al reclamo. Sus mejillas estaban encendidas.
Palabra del Dia
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