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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Siempre que Apolonio veía dos dándose de puñadas y revolcándose por el suelo, si se levantaba alguna polvareda, decía: «Ha llegado el punto trágico; eso no es polvo blanco, son las divinidades violentas, envidiosas de la vida ligera de los hombres, diluidas en el aire fino.» ¡De qué buena gana se hubiera diluido Apolonio en el aire fino para ir a mezclarse en las disputas enzarzadas a causa de su afortunado rival, como la guerra de Troya por Helena; intervenir por modo invisible y aniquilar a todos los secuaces de Belarmino!... La venganza es el placer de los dioses.

Los muros, pintados por los más viejos artistas del país, representaban el nacimiento y las aventuras de las divinidades marítimas. Después de su triunfo, la República de las mujeres había regalado este palacio á las amazonas del ejército, que acudían todos los días de fiesta á ejercitarse en la natación.

La imagen había escogido á Salta como punto de residencia, y desde entonces llevaba realizados miles y miles de milagros. Pero las gentes sencillas de la Cordillera no aceptaban que esta divinidad omnipotente traída por los blancos pudiese vivir sola, y su imaginación había creado otras divinidades secundarias.

Y cuando reparte golpes, son verdaderos palos de ciego que llueven irremisiblemente sobre los inocentes... Pero este dios, como todas las divinidades, tiene una iglesia que piensa por él y administra sus intereses: la iglesia de los grandes millonarios, directores del mundo.

Los ventisqueros, los torrentes y los ríos que bajan de las alturas para llevar á las tierras los benéficos aluviones, son también seres animados, dioses y diosas secundarios que ponen á los humildes mortales de las llanuras en relación indirecta con las divinidades supremas que reinan por encima de las nubes en el espacio luminoso.

Indudablemente, si hubieran podido trepar hasta la cima de las cuestas surcadas de sus volcanes, si hubiesen contemplado el horror de sus cráteres donde luchan incesantemente lavas y nieves, no habrían pensado en hacer de aquellos lugares terribles el encantador alcázar de sus felices divinidades.

Los prodigios mencionados en estas novenas cuadran muy bien con los encantamientos, magias y sortilegios de los primitivos filipinos que invocaban la propiciación de sus divinidades gentílicas, por medio de ceremonias, sacrificios, maleficios y conjuros ejecutados por sus mangkukulam, babailanas y otros prestidigitadores, sacerdotes, curanderos, hechiceros y adivinos que refieren y enumeran las antiguas crónicas escritas por los misioneros en Filipinas.

Casaba, al fin, á su hijo con la riquísima heredera de los Gomez, y gracias al dinero que Simoun le había prestado, había alhajado regiamente aquella gran casa, comprada en la mitad de su valor, daba en ella una espléndida fiesta, y las primeras divinidades de Olimpo manileño iban á ser sus huéspedes, para dorarle con la luz de su prestigio.

Deseaba el triunfo de los suyos, porque los otros representaban la exaltación de la fuerza brutal, la divinización de la guerra, y ella quería que no hubiese más guerras. ¡El amor imperando sobre el mundo entero!... Harta desgracia era que los hombres no pudieran suprimir con igual facilidad la pobreza, el dolor y la muerte, divinidades negras que nos toman al nacer y con las que batallamos hasta el último momento.

Sólo en el pueblo perduraba el recuerdo de aquella ferocidad religiosa, de aquel crimen repetido fríamente en nombre de Dios al través de los siglos; de aquellos sacrificios humanos que recordaban los ritos sangrientos de los fenicios ante sus divinidades ardientes. Y el desquite llegaba con no menos ferocidad, como el desahogo de un pueblo que se venga.

Palabra del Dia

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