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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Los de Sevilla que trabajan en Triana y en la Cartuja hacen lo mismo. Unos y otros se encuentran en el puente, que hierve de transeúntes. Arrimeme perezosamente al petril, de espaldas al río, y contemplé con ojos distraídos aquel ir y venir mareante. El atractivo de mi contemplación eran las caras saladísimas de las cigarreras y trabajadoras de la Cartuja que allí suelen verse.
Sobre las ramas del castaño saltaban gorriones y pinzones que no cerraban el pico y no acababan nunca de cantar formalmente, distraídos en cualquier cosa, inquietos, revoltosos y vanamente gárrulos.
Y las noches que se queda en casa muy pocas yo sé por qué se queda. ¡Ah, le conozco! Pero casi siempre se marcha. ¿Y a dónde va? Dice que al Jockey; pero ¡quién sabe a dónde irá! Y esto es lo que me mortifica y me desespera. ¿Pero tú no tienes medios de saber si realmente va o no va al Jockey? ¿Para cuándo está el teléfono? El teléfono es el mejor fiscal de los maridos distraídos en devaneos.
Habían transcurrido seis meses sin variación alguna: por fin, en abril de 1599 se expidió la orden de libertad de Doña Juana Coello ; luego la de sus hijos, con licencia de reclamar la restitución de 20.000 escudos distraídos de la renta eclesiástica que correspondía al mayor, Gonzalo ; pero de Antonio Pérez nadie se acordaba.
En esto hacen muy mal los hijos, dirá el uno. Los hombres se olvidan fácilmente de los beneficios recibidos, dirá el otro; quien alegará que los hijos á medida que adelantan en edad se hallan distraidos por mil atenciones diferentes; quien recordará que los nuevos afectos engendrados en sus ánimos á causa de la familia de que se hacen cabezas, disminuyen el que deben á sus padres: y cada cual andará señalando razones mas ó ménos adaptadas, mas ó ménos sólidas, pero ninguna que satisfaga del todo.
Los serenos que dormitaban en las esquinas, sentados cerca de su linterna, se levantaban al oir el paso de los caballos, saludaban, y se iban a lo largo de las aceras perezosos y distraídos.... Los faroles mortecinos brillaban de trecho en trecho con luz rojiza en la obscuridad de las calles, como cirios en funeraria pompa. Unos cuantos minutos y estaría yo a la cabecera de la enferma.
El silencio producido por arranque tan vivo duró algunos segundos, durante los cuales ambos interlocutores miraron fijamente, distraídos y ensimismados, el paisaje que se alcanzaba desde la ancha y honda ventana fronteriza. Al pronto no lo vieron; luego su efecto sombrío les fue entrando, mal de su grado, por los ojos hasta el alma.
Esperando la llegada de la gente, me senté en una silla metálica de las que dividen el paseo, y me puse a contemplar con ojos distraídos el juego de los chicos. Detrás de mí estaban sentadas dos niñas de once a doce años de edad, cuyos perfiles lo único que veía de ellas eran de una corrección y pureza encantadoras.
Sus ropas, desteñidas y viejas, habían sido lujosas muchos años antes; pero vistas á cierta distancia, aún podían engañar á los distraídos. Además conservaba cierta esbeltez, que, unida á su estatura, hacía olvidar por un momento los estragos de la miseria y de los años. Al ver que Robledo se detenía un instante para examinarla mejor, sonrió con alegre sinceridad.
No, no he estado replicó el chico con visible malestar, poniendo los ojos serios y distraídos para atajar, si era posible, las bromas insulsas con que Moreno solía regalarle. Pues, hombre, me sorprende muchísimo, porque unas vísperas me parece a mí que no son para desperdiciar... sobre todo solemnes. ¡Anda, que cuándo te verás en otra! Pues en seguida replicó Llot malhumorado.
Palabra del Dia
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