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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Las paredes eran de madera, los muebles pocos y rústicos, y mezclados con ellos vió sillas de montar, aparatos de topografía, sacos de comestibles. Todo estaba revuelto y sucio en esta vivienda dirigida por hombres distraídos á todas horas por las preocupaciones de su trabajo. Torrebianca sonreía con una amabilidad humilde, aceptando las explicaciones de su amigo.

, , talento tienen, indudablemente; pero les falta esa simplicidad, esa visión humilde de las cosas, esa compenetración con la realidad que Alonso Quijano encontró sólo en su lecho de muerte, ya curado de sus fantasías. El obispo come un poco separado de la mesa, con ademanes distraídos, como olvidándose a veces de que ha de continuar en la tarea de engullir las viandas.

Sin duda las niñas contemplaron más todas estas cosas, y se deleitaron más con la dulzura de la voz del señorito que con el que nos atreveremos á calificar de idilio, la mitad de cuyas palabras estaba en griego para ellas. Don Fadrique había reparado en todo. Como la mayor parte de los distraídos, era muy observador, y prestaba atención intensa cuando se dignaba prestarla.

Melchor espiaba complacido a sus compañeros de viaje y viéndoles distraídos en la contemplación del paisaje, habría continuado en la misma postura, durante las diez horas del viaje que realizaba por ellos y sólo por ellos.

Cuando le vio con Anita en la ventana, conversando tan distraídos de los demás, sintió don Fermín un malestar que fue creciendo mientras tuvo que esperar su presencia. Ana le sonrió con dulzura franca y noble y con una humildad pudorosa que aludía, con el rubor ligero que la mostraba, a los secretos confesados la tarde anterior.

Pero lo que más atrae mi curiosidad, son sus ojos, grandes, quietos y verdes, de un verde muy claro; ojos distraídos que parecen desdeñar lo que los labios van diciendo. Aunque fuerte, Pablo Hervieu es pesimista y escéptico. «La intimidad escribe en su libro «Pintados por mismos», ya lo sabes, es el medio de decirle á un amigo lo que un enemigo piensa de él».

Y mientras los criados, llamados por él, se arrodillaban y rezaban por el muerto, curiosos y distraidos mirando hácia la cama y repitiendo requiems y más requiems, el P. Florentino sacó de un armario la célebre maleta de acero que contenía la fabulosa fortuna de Simoun.

A la hora de misa, hidalgos venidos de lejos se hacían los distraídos en la puerta de la iglesia para contemplar la mayor celebridad del país, que llegaba envuelta en su manto negro de seda, por debajo del cual asomaba la recamada falda blanca o o rosa. El alférez iba a su lado, con todo el señorío de su rango.

Esperando la llegada de la gente, me senté en una silla metálica de las que dividen el paseo, y me puse a contemplar con ojos distraídos el juego de los chicos. Detrás de estaban sentadas dos niñas de once a doce años de edad, cuyos perfiles lo único que veía de ellas eran de una corrección y pureza encantadoras.

Gotas de sudor empezaban á brotar de su descarnada frente, pero ninguno lo notaba, vivamente distraidos y emocionados como estaban. ¿Y cómo fué la trama que contra urdieron los sacerdotes de tu país? preguntó Mr. Leeds. La cabeza lanzó un gemido doloroso como salido del fondo del corazon y los espectadores vieron sus ojos, aquellos ojos de fuego, nublarse y llenarse de lágrimas.

Palabra del Dia

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