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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid; ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar; pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes.
Era una cursilería, como organizada por la gente ordinaria de la plazuela, buena únicamente para divertir a los de escaleras abajo. Pero la víspera de San José, impulsadas por la curiosidad, se asomaron al balcón muy temprano y experimentaron una agradable sorpresa, pese a su anterior indiferencia de muchachas distinguidas.
En la primera iban, entre otras personas distinguidas, las dos señoritas de Delgado con su hermana la viuda, que iba autorizándolas con su presencia; las de Merino con su hermano Bonifacio, el más complaciente de todos los hermanos; tres o cuatro oficiales de la Fábrica, don Mariano, don Máximo, Martita y Ricardo.
En la época en que aún no existía la palabra cursi, Ponte Delgado consagró su vida a la sociedad, vistiendo con afectada elegancia, frecuentando, no diré los salones, porque entonces poco se usaba esta denominación, sino algunos estrados de casas buenas y distinguidas.
Los chicos la tarareaban en la calle, y las fregonas la piafaban en la fuente; vinieron maestros de allende el Pirineo que la enseñaban en veinte lecciones, y las tomaban con avidez la jóvenes distinguidas y los hombres elegantes. Con aquella conquista famosa los salones de baile sufrieron una transformación radical; porque la polka no era un baile, sino todo un sistema, toda una época.
Debía de ser muy fastidioso dijo Francisca con la modestia de una sólida convicción. En aquellos tiempos siguió diciendo la Bonnetable más severa que nunca, las jóvenes no pensaban más que en la corrección de su actitud. Qué mujeres tan distinguidas debían de ser... suspiró Francisca con una expresión ingenua que velaba la impertinencia de sus palabras.
Sintió deseos de retirarse sin esperar la respuesta del gnomo, pero éste contestaba ya, balbuceando: Príncipe... ¡tal cantidad!... Yo soy un pobre. Hago de vez en cuando un favor á personas distinguidas, dos ó tres mil francos... ¡pero veinte mil!... ¡veinte mil!... Al mismo tiempo que murmuraba la cifra con un acento de ternura, sus ojos astutos penetraron en Lubimoff lo mismo que una sonda.
En el curso de sus ofrendas llegaban hasta el extremo de babor, en las cercanías del fumadero, allí donde empezaban a borrarse las severas diferencias sociales, y las gentes que se tenían por distinguidas confraternizaban con las de la banda opuesta. Las vírgenes portadoras de arquillas se encontraban con sus hermanos, primos y futuros novios, que pasaban el día en el café o sus inmediaciones.
Nada puede tanto con las mujeres como el considerar que aquel que las pretende desdeña por su amor el de otras mujeres a la moda, jóvenes, hermosas, ricas y distinguidas. En suma, y como quiera que ello sea, la Condesa amó al galán, y fue tal su pasión que se dejó vencer a pesar de sus severos principios. Estas relaciones estuvieron envueltas en el misterio más impenetrable.
Hasta hacía poco tiempo todavía halagaba la esperanza de que, ya que no un pollo, por lo menos se arrojase a pedir su mano alguno de los indianos solteros que iban llegando a establecerse en Lancia. Fundábala en la tendencia que éstos mostraban a contraer matrimonio con las hijas de las familias distinguidas de la población, aunque no llevasen dote.
Palabra del Dia
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