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Actualizado: 14 de junio de 2025
Después de un breve silencio, encontrándose más tranquila, se disponían las dos mujeres a volver al camino, cuando vieron a cinco guerrilleros y al doctor que iban en su busca. ¡Bien, Luisa! ¡Ya puede usted llorar cuanto quiera! dijo Lorquin ; pero usted es un dragón, un verdadero demonio. Y ahora se hace la chiquita; pero todos hemos visto lo que ha hecho.
Dábase el caso alguna vez que no se encontraba tal ó cual establecimiento con todos los requisitos que las estrechas Ordenanzas disponían y entonces ya estaba la fiesta en la casa, pues el dueño que se veía amenazado, protestaba, tratando de atenuar la falta, y la justicia, que era inflexible, se revestía de toda su autoridad, dando esto lugar á escenas por demás animadas.
Y así hubiera sucedido si entre los vecinos que al alboroto y pendencia despertaron, no hubiese habido un mulato que con resolución llegó á ponerse frente del sargento y de los soldados, rogándolos que no rematasen al alcalde cuando ya se disponían á clavarlo con las alabardas.
Por este tiempo los pastores ó curas de Yapeyú, atemorizados de los anuncios amenazantes, se disponian á huirse del pueblo, é irse á los reales de los Españoles: pero fué en vano, porque sus feligreses los guardaban ó custodiaban con diligencia.
A partir de aquel momento el ruido de las cucharas y tenedores y el glogloteo de las botellas substituyeron a la conversación hasta las ocho y media de la noche. A través de los cristales de las ventanas se veía el resplandor de grandes hogueras, que anunciaban que los guerrilleros se disponían a hacer honor a la cocina de Luisa, y aquello contribuía a la satisfacción de los invitados.
Los tres viajeros se miraron como interrogándose sobre el alcance de aquella observación y cuando se disponían a contestarla dijo don Casiano: Hijita, ya que estos señores no gustan mate, ¿por qué no les muestras el jardín?... y les juntas unas florcitas, para que lleven. Si ustedes lo desean... Sí, ché, vayan les dijo Melchor, mientras mateamos nosotros con don Casiano.
Y ya se disponían todos a emprender la marcha, cuando se abrió con estrépito el balcón de una de las casas, apareció un hombre en calzoncillos, y se oyeron estas palabras, que resonaron profundamente en el silencio de la noche: ¡El ladrón acaba de entrar en el café de la Marina! El que las pronunciaba era don Feliciano Gómez.
Un rey, grandes artistas, paladines hermosos y aristocráticos como el conde ruso, potentados que disponían de grandes riquezas. ¡Y él, pobre provinciano, diputado obscuro, sometido como un chicuelo al despotismo de su madre y sin dinero casi para sus gastos, pretendía sucederles!
Sentían un ansia de novedad, de verlo todo de una vez, como descubridores que acabasen de abordar a una tierra desconocida. Disponían de poco tiempo. Junto a la escala, el mayordomo y los camareros repetían a los fugitivos que el buque iba a partir a las doce en punto: ni un minuto de retraso. Ojeda se vio solo en el muelle. Casi todos los pasajeros estaban ya en la Avenida.
Los griegos huían de ellos, incapaces de resistirles, y en este vacío no disponían de otros medios de subsistencia que los que traían las naves de la lejana patria. Esta república militar, que se daba el título de «Compañía», emprendió la retirada hacia el Oeste, marcando su camino con los saqueos y violencias que acompañan en toda época la retirada de una horda guerrera.
Palabra del Dia
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