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Mientras charla contra su costumbre, ha abierto la caja y está poniendo en orden las cartas preparadas. ¡Calla! Hay todavía un telegrama. Voy a llamar al muchacho. Liette extiende vivamente la mano y dice: Es inútil; este telegrama es para . Liette está sola. Ha faltado al deber profesional, al juramento, al honor y a la disciplina... ¡Es culpable, muy culpable!

Hice entonces un severo examen de conciencia. Investigué con inquietud si mi pensar era condigno de la pureza de su pensar; si en mi gusto no habría desconciertos que pudieran herir la disciplina de su gusto; si mi idea de la vida era tan alta y seria como aquella que yo presintiera en la espiritualidad de su mirar, de su sonreir, y si mi corazón no se dispersara y debilitara con exceso para poder palpitar con paralelo vigor junto a su corazón.

¡Silencio! mandó la maestra, cuya severa disciplina no permitía que se hablase en las horas de clase. Se restableció el silencio. Cinco minutos después, se oyó una voz muy aguda, y no poco insolente, que decía: No me gustan las rosas lunarias. Nadie te lo pregunta dijo señá Rosa, creyendo que esta intempestiva declaración había sido provocada por la de Marisalada.

El roce forzoso con Xuantipa Belarmino lo había aceptado como una disciplina de perfección. Xuantipa había arañado y cortado y pinchado desde el principio; pero en fuerza de frotar, arañar, cortar y pinchar, a Belarmino le parecía el roce más blando cada vez, y sentía ya el alma redonda, suave y como lubrificada al contacto con su áspera cónyuge.

No se le hacía cuesta arriba la disciplina en el terreno espiritual; pero en el material , por lo cual no pensó nunca en afiliarse a ninguna de las órdenes religiosas más o menos severas que hay en el orbe católico. No se reconocía con bastante paciencia para encerrarse y estar todo el santo día bostezando el gori gori, ni para ser soldado en los valientes escuadrones de Hermanas de la Caridad.

De manera que, la maña en la relacion y la franqueza en el trato facilitaria el reconocimiento, observando de paso, distancias, latitudes y longitudes hasta aquel punto, y los que fuesen proporcionados para las poblaciones, á fin de no aventurarlas, como generalmente sucede, por no anticipar prolijamente exactos reconocimientos ó calidades poco aparentes: y tambien porque en nuestras mas avanzadas poblaciones al sur conviene haya una de respeto, que cubra aquellos apreciables campos, y debia desde luego establecerse un fuerte y poblacion al pié de la primera sierra, que sirviendo ademas de apoyo como primer punto del camino militar, fuese almacen de víveres al siguiente para la continuacion de esta obra: y entre tanto completar el número de las cuatro compañias que habian de formar la fuerza detallada, ponerse en disciplina conveniente, y provision de caballos de sus propiedades, con todo lo demas concerniente á imponer el respeto necesario, y sucesivamente deprimir, si fuese necesario, su animosidad hasta fijarse en la confluencia del Rio Colorado.

Estas agitaciones apasionadas, la hacen partidaria de la unidad, del poder y la disciplina silenciosa de una monarquía patriarcal, en la cual sueña. Damos aquí sus reflexiones sin juzgarlas. Un hijo, en religión y en política, podrá tener los sentimientos de su madre, pero no sus dogmas.

A más de esto, le asediaba el partido con sus exigencias de disciplina, gozaba del afecto del jefe, a cuya tertulia no le era lícito faltar, y tenía que ocuparse de la educación de sus hijos, dos muchachos irreprochables, que profesaban las ideas sanas de su padre y merecían los elogios de sus antiguos maestros, los buenos sacerdotes de la Compañía.

La disciplina, los elementos bélicos, están del lado de España; pero los americanos tienen, además de su entusiasmo, además de los hábitos de vida dura, jefes como Bolívar, Piar, Urdaneta, Páez y más tarde Sucre, Santander, etc. ¿Crueldad? Idéntica también, pese a nosotros. Al degüello respondía el degüello, a la piedad, rara, rara vez la piedad.

Pensó en su familia, en las desgracias y peligros que le rodeaban, en la dificultad de volver á encontrar á los suyos... Como si la música tirase de él, descendió poco á poco al piso bajo. ¡Qué artista aquel hombre altivamente burlón! ¡Qué alma la suya!... Los alemanes engañaban á primera vista con su exterior rudo y su disciplina, que les hacía cometer sin escrúpulo las mayores atrocidades.