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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Si vm. encontrare por allá algun transfuga de los veinte que se pasaron al vando contrario, no les diga nada, ni los aflija, que harta mala ventura tienen, pues son como demonios, que se llevan la pena y la confusion con ellos mesmos, do quiera que vayan.
Es un fenómeno de autosugestión que casi todos hemos podido comprobar alguna vez. Cuando nos hallamos temerosos o profundamente convencidos de que se ha de decir una cosa, llevamos mucho adelantado para oírla aunque no se diga. Una rabia insensata le mordió en las entrañas. De buena gana les hubiera tocado en la espalda para decirles: «¡Aquí estoy yo!» y estuvo a punto de hacerlo, pero se contuvo.
Los dos corazones, que según mi opinión, son dignos el uno del otro, no han podido aproximarse sin entenderse: pero ese extravagante acontecimiento, cuyo teatro romántico ha sido la torre d'Elven, confieso que me desconcierta enteramente. ¡Qué diantre! querido joven, saltar por la ventana, á riesgo de romperse la cabeza, era, permítame que se lo diga, una demostración muy suficiente de su desinterés; fué, pues, muy supérfluo agregar á este paso honorable y delicado, el juramento solemne de no casarse jamás con esa pobre niña á no ser eventualidades que es absolutamente imposible esperar.
Yo he conocido á una señora que lo guardaba todo en un gran cofre que tenia, como si fuera una reliquia preciosa: hasta la cáscara de los huevos, y más de un vivo podria atestiguar la verdad de este caso. Diga ahora conmigo el lector: ¿qué significacion podria tener en la casa de esa señora el nombre humanidad?
La Baronesa se pasó la mano por los ojos, suspiró y atrajo hacia su pecho a la criada. ¡Basta, basta, pobre mujer!... ¡No hay más remedio que conformarse!... ¡Cálmese usted!.... ¡Basta!... Lo mejor es que diga usted a estos señores, a la justicia, ¿adonde la mandó, a usted? ¿A qué la mandó?
Pasa adelante, que tiempo vendrá en que te diga cosas que te espanten en el mesmo grado que te lastimen.
A veces, galopando en compañía de Desnoyers por sus campos interminables, no podía reprimir un sentimiento de orgullo: Diga, gabacho. Según cuentan, más arriba de su país parece que hay naciones poco más ó menos del tamaño de mis estancias. ¿No es así?... El francés aprobaba... Las tierras de Madariaga eran superiores á muchos principados. Esto ponía de buen humor al estanciero.
El Adelantado: D. Martín de Padilla, Conde de Santa Gadea, Capitán general del mar Océano. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 119. Colección Morel Fatio, núm. Ex.^mo Sr. Por amor de Dios q. V. Ex.^a me perdone. Mas pido, q. no diga a nadie mi atreuimiento, q. el es tal q. V. Ex.^a le deue callar por su auctoridad.
¡Ay! no diga usted tales cosas exclamó ella, juntando las manos. Perdóneme usted, señora: no sé lo que me digo. A pesar de todo, usted me consuela, y hallo en su presencia no sé que grata expansión. No podré nunca olvidar que sólo usted se atrevió á defenderme cuando todos me acusaban. Al decir esto, Lázaro no pudo menos de advertir que la santa dejó caer pesadamente los brazos, y miró al cielo.
Por aquellas estrechas ranuras entraba su luz como una llamarada, como un latigazo de fuego que encendía el rostro y caldeaba la cabeza. Había llegado a cogerle miedo a este gran sol feroz de Andalucía, y salía poco de casa. Diga usted, Matildita, ¿hace más calor que éste en Sevilla? ¡Anda! ¡Pues, hijo mío, si ahora está haciendo fresquito! ¿No ve usted qué noches más hermosas?
Palabra del Dia
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