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Actualizado: 11 de junio de 2025
Al caer la tarde el sol poniente abarcó con sus rayos la ventana de colores iluminando de lleno la figura blanca con sus rayos horizontales; y entonces, como si milagrosamente la vivificaran los besos de aquella luz celeste, se fue desprendiendo de los vidrios, tomó cuerpo en el aire semejante a una forma diáfana, impalpable, flotó en el atmósfera, y lentamente fue bajando, bajando, a modo de aparición soñada, hasta tocar con sus sagrados pies el pavimento de la iglesia, por donde en luces amarillentas, lujos culpables y reflejos metálicos, parecía también desparramado el oro caído de las mesillas de los mercaderes.
Te vi un punto; era una noche de julio, noche tibia y perfumada, noche diáfana, de la Luna plena y límpida, límpida como tu alma, descendían sobre el parque adormecido gráciles velos de plata; ni una ráfaga el infinito silencio y la quietud perturbaban; en el parque evaporaban las rosas los perfumes de sus almas, para que los recogieras en aquella noche mágica; para que tú lo aspiraras su último aliento exhalaban, como en una muerte extática; y era una selva encantada, y era una noche de ensueños y claridades fantásticas!
Lucía se confesó derramando lágrimas; relató sus angustias, sus sueños, las amarguras que en medio del placer sentía, el aborrecimiento, mejor dicho, el desprecio que la grosería de los hombres le inspiraba, el ansia de subir a otra región más elevada, de penetrar en una atmósfera pura y diáfana donde pudiese respirar con libertad.
Veo el cuadro entero, vivo, palpitante, ahí, delante de mis ojos; retorno con el alma a la sensación del momento, al terror vago que me invadió, a aquel grito de amenaza y ruego con que hice retirar a un niño que se inclinaba curioso a mirar el abismo y que quedó absorto contemplándome sin comprender ni mi angustia ni su peligro; veo el hondo, hondo valle allá abajo, llega aún a mis oídos el romper de las aguas contra las rocas de la llanura, escena terrible que se desenvuelve misteriosa, sin que el ojo humano jamás la observe, envuelta en la nube diáfana de los vapores irisados: veo las ciclópeas murallas de granito, severas en su inmovilidad, sus florescencias gigantescas, el agua que parece brotar de sus entrañas pletóricas de savia en chorros violentos, como la sangre saltando de una ancha herida... ¡y me revuelvo en la impotencia para pintar ese espectáculo sin igual en esta ínfima porción de lo creado que nos fue dado conocer!
Los días de viento sur, los promontorios lejanos se ven con una claridad diáfana, y la costa de Francia y la de España se dibujan como en un plano en el mar.
Junto a él, sin miedo alguno, gorriones entumecidos se secaban el plumaje sobre el parapeto. Otros se tomaban del pico amorosamente. Ya se distinguían, a pocos pasos, las rojas amapolas y las borrajas azules, abriendo sus pétalos entre las hierbas infinitas que crecían sobre el adarve, con más vigor que en el campo. La niebla comenzó a disiparse, a hacerse más nacarada, más diáfana.
Bajo la capa, y colgada del cinto, llevaba también una rodela toledana. Sentíase grande y temible como los héroes de las caballerescas historias. Bajó hacia el arrabal. Era una noche diáfana de plenilunio. Oíase la extensa estridulación de los grillos en el valle y el croar numeroso de las ranas y los sapos hacia el Adaja. Uno que otro animal, invisible en la sombra, hacía latir su cencerro.
Era la poesía genuina, esplendorosa y diáfana, sin estrofas ni consonantes, ni mucho menos ripios, que nace de la comunicación de un alma sensible con la naturaleza. Era la poesía que en aquel momento expresaba un mirlo, que vino a posarse cerca, con sus notas puras y cristalinas.
¡Toda de blanco vestida, toda blanca sobre un banco de violetas reclinada te veía, y a las rosas moribundas y a ti una luz tenue y diáfana alumbraba luz de perla diluida en un éter de suspiros y de evaporadas lágrimas! De repente todo cambia.
Desde esta altura sus ojos abarcaban únicamente el segundo término, o sea el mar inmóvil, que parecía cubierto de una costra diáfana y transparente, una costra de vidrio reflejando el azul denso y pastoso de la profundidad.
Palabra del Dia
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