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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Este secreto que sólo yo poseo, que ese anciano mudo para siempre, no puede él mismo traicionar, ya no existe; la llama lo ha devorado. Lo he pensado bien. Comprendo lo que me he atrevido á hacer. Era un testamento, una acta sagrada y la he destruido. Además, no era yo sólo el que ganaba.
Su rebaño no bien aclimatado, Fué por ardiente fuego devorado: Al resplandor de rojas llamaradas Se alzan las vacas, y huyen espantadas, Y el toro mujidor, despavorido, Huye y deja al ternero desvalido. Pero la oveja del incendio al brillo, No abandona á su débil corderillo, Y en el círculo ardiente y chispeante Busca á sus compañeras anhelante!
Mientras duró la confesión, D. Juan paseaba agitadamente por el amplio corredor de la casa en espera, devorado por curiosidad ardiente, presa de vagos y tristísimos presentimientos. Salió al fin el penitenciario, quien sin responder a la muda interrogación que le dirigía con la vista, tomole gravemente de la mano y le llevó en silencio hasta su propia habitación, donde se encerraron.
Pero arriba, en la suya, no quedaba nada: la noche anterior había devorado media libreta y las cortezas de un cuarterón de queso. Feli no comía; hacía tiempo que el embarazo y la repugnancia a los manjares groseros teníanla en perpetua inapetencia. Había que vivir... ¡adelante!
Así ha permanecido dos días, y al fin ha sucedido lo que había de suceder, es decir, que Ron ha devorado también a la tejenaria. He de declarar que Ron tiene una cama. Esta cama es como una especie de hamaca, que él ha colgado en un rincón; en ella dormita algunos ratos después de haber comido. Cuando se despierta vuelve a sus paseos. El suelo está sembrado de cadáveres.
Difícil, muy difícil sería la descripcion de esas fisonomias toscas y uniformes, de esas figuras que parecian sombras ó fantasmas de un delirio, cuando se movian, ó troncos desnudos de un bosque devorado por las llamas, ennegrecidos y ásperos, si permanecian inmóbiles.
Una revolución agraria, cuyos ecos apenas llegaban al viejo continente, las había devorado, suprimiendo todo vestigio de la antigua propiedad.
Enrique Thomas iba leyéndolos por las calles, devorado su espíritu por una comezón repentina de saber, y luego los vendía, empleando para ello su pintoresca y abundante verbosidad meridional. Su clientela adoraba en él; era simpático, envolvente, inagotable. Jamás tuvo el editor Lachatre un representante igual.
Había devorado en la calle su modesta colación; la carne pecadora ya tenía bastante. Fijaba sus ojos enfermos en Feli con cierta inquietud, turbado por la presencia de una mujer joven y bonita en su propia sala, en medio de los estantes empolvados repletos de tomos de pergamino que guardaban toda la sabiduría y la santidad del mundo. ¿Conque usted es la señora del señor de Multrana?
Fueron destacándose de él torres sueltas unidas por puentes á la masa cuadrada del edificio; torres albarranas que flanqueaban las puertas; techos agudos de pizarra, con doble fila de buhardillas; techos que sólo tenían el costillaje de madera, á través del cual se veía el espacio, como si su relleno hubiese sido devorado por un incendio; muros á medio construir, que bajaban en ángulo recto lo mismo que un cartabón de piedra clavado en el suelo por su filo más largo.
Palabra del Dia
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