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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Lo mismo que en las óperas dijo Julio siguiendo los últimos sonidos del coro invisible, que se perdía... se perdía, devorado por la distancia y la respiración nocturna. Tchernoff siguió bebiendo, pero con aire distraído, fijos los ojos en la niebla rojiza que flotaba sobre los tejados.
Homerito metía la uña, al principio con timidez; pero los primeros bocados despertaban la bestia rampante adormecida en su estómago, y para amansarla la echaba alimento a toda prisa, temiendo ser devorado por ella si retrasaba el envío. Al bondadoso protector le hacía gracia el hambre voraz de aquel muchacho feo. ¡Ah, la juventud! ¡Envidiable estómago!
Empezó a impacientarse el resto de la comitiva por este trabajo laborioso. Nada quedaba en la tienda digno de ser devorado. Gómez y sus compatriotas se entretenían saltando los bancos de la plaza. Los padrinos pensaban con nostalgia en el comedor del buque. Eran las once en el reloj de la tienda, y el Goethe zarpaba a las doce.
Entonces el ingenioso Sánchez, devorado por la pasión científica, anhelando escrutar aquel gran misterio y temiendo fundadamente que si retrasaba su descubrimiento algún otro sabio, nacional o extranjero, le cogiese la delantera, en un rapto de admirable heroísmo, resolvió ejecutar sobre sí mismo la experimentación.
El día ha sido tranquilo, el cielo puro y transparente, pero, en el momento en que el sol descendía en su pompa occidental, el horizonte ha quedado de pronto envuelto en nubes, como un cinturón, y poco a poco gigantescas tinieblas han devorado la luz del crepúsculo.
Estaba Pilar consumida y hecha un mirlo de flaca; ni majestad ni hermosura añadía la muerte a aquel residuo de organismo devorado por la extenuación y la fiebre. La toca blanca hacía resaltar la verdosa palidez de su rostro chupado. Parecía haber encogido y menguado en estatura. Su expresión era vaga, entre sonrisa y mueca. Veíansele los dientes de marfil.
Aquel sillín de vaqueta, testigo mudo del paso de cien generaciones; aquellos cuadros viejos; los muebles de talla, exornados con figuras grotescas y de rarísima forma, daban á la decoración el aspecto do uno de esos destartalados laboratorios en que un alquimista se consumía devorado por la ciencia y las telarañas.
Pero la barca no podrá abordar sin ser descubierta, y habrá que ir á buscarla á nado... ¿Tendré yo la fuerza suficiente? Yo te sostendré... y te llevaré si es preciso. ¿Y los tiburones? ¿Has pensado que pululan por estas costas y que hay cien probabilidades contra una de ser devorado por ellos?
Ahora es una melancólica ruina; la miseria, como un cruel vampiro, ha devorado su belleza y su juventud. Días pasados me contaba tristemente, con cierta macabra coquetería: ¿Ve usted estos dos dientes de arriba? Pues se me están cayendo... de anemia.
Amo la vida y pienso que todos debieran hallarla hermosa y ver que no tiene más que un defecto: el de acabarse tan pronto. El pavo, la ensalada y la cuajada, todo había sido devorado, y mi tía miraba con expresión poco risueña la osamenta del volátil con la que había contado para banquetear durante algunos días.
Palabra del Dia
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