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Actualizado: 28 de mayo de 2025
«¿Y si lo probara? dijo Maximiliano con seriedad que le dio, ¡parece mentira!, un tornasol de hermosura ; ¿si le probara a usted de un modo que no dejase lugar a dudas...?». ¿Qué? ¡Que la idolatraré!... no, que ya la estoy idolatrando. ¡Tie gracia!... ¡idolatrando!, ¡ja, ja! repitió la otra, y devolvía la palabra como se devuelve una pelota en el juego.
Y el diputado comenzaba a odiar su ciudad, viendo que devolvía con infames insultos el bien y la felicidad que él gozaba. Otra noche Leonora le recibió con una sonrisa que daba miedo.
El ritmo sonoro y metálico de las ruedas parecía decirle también con acento más implacable: ¡solo!, ¡solo! Paseaba su mirada triste por los senos profundos del horizonte y éste le devolvía, en trémulos y fatídicos reflejos, que apenas conseguían rasgar la malla de sombras, tristeza por tristeza.
Gould, todavía convaleciente de sus heridas, parecía sentir vergüenza delante de su esposa. «¡No haber sabido defenderte!...», decían sus ojos. Y lanzaba á continuación su mirada suplicante. Esta mirada devolvía á Mina un pálido recuerdo del antiguo afecto. Sólo esta mirada era verdad. Todo lo demás del héroe, pura mentira.
Algo de ello ha visto ya el lector en uno de los anteriores capítulos; pero no fué más que una muestra insignificante; porque el depósito de monerías de Octavio era inagotable. Unas veces pedía el pañuelo á su novia y se lo devolvía al día siguiente, después de haber dormido con la cabeza apoyada en él.
Hacía prodigios en los arrabales, entre la tosca gente de los huertos que le adoraba con tanto afecto como temor. Devolvía la salud a los que habían declarado incurables los viejos médicos de larga levita y bastón con puño de oro, venerables sabios, más creyentes en Dios que en la ciencia, según decía en su elogio la madre de Rafael.
Su madre no estaba peor, al contrario, sus fuerzas parecían renacer y la anciana volvía a la vida. Entonces... ¡Su madre! ¿No era su única preocupación y su único cuidado? ¡Dios mío, consérvame a mi madre! repetía, tratando en vano de absorberse en la oración. Pero esa oración maquinal no le devolvía la calma, ni el reposo ni la paz... ¿Qué tenía?
Me parece que respiro con más libertad y me comparo con aquel pobre pajarillo que usted puso con un rosal en el interior de la campana neumática. ¿Recuerda usted? Cuando se le retiraba el rosal parecía pronto a morirse, y cuando se le devolvía parecía también que se le restituía la vida.
Al mismo tiempo, sus ojos se entornaban para mirarlo con una expresión de caricia anticipada. Cesó la música; las parejas se retiraron dándose el brazo. Maud se inclinó un momento para corregir un desorden de su falda, y al incorporarse mostró un gesto de altivez, como si hubiese recordado algo que le devolvía a su glacial serenidad.
Y esta alusión al arma, que era como un nuevo miembro siempre unido a su cuerpo, le devolvía su gravedad. Miraba a todos lados con cierto azoramiento. Notábase en su cara el recelo, la costumbre de vivir alerta, sin fiarse de nadie, sin otra confianza que la del propio esfuerzo, presintiendo a todas horas el peligro en torno de su persona. Un gañán atravesó la cocina marchando hacia la puerta.
Palabra del Dia
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