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Actualizado: 2 de junio de 2025
Pues los veinticinco duros que te dio para mí D. Carlos, se los has dado a ese Frasquito Ponte para que pague sus deudas, y vaya a comer de fonda, y se compre corbatas, pomada y un bastoncito nuevo... Ya ves, ya ves, bribonaza, cómo todo te lo adivino, y conmigo no te valen ocultaciones. Si sé yo más que tú.
Huía de la ruina, perdida la herencia de sus padres, perdido el crédito, deshonrado por deudas a las que daban sus acreedores un carácter delictuoso; todo ello por querer innovar con arreglo a sus estudios una agricultura estacionaria casi igual a la de los primeros tiempos de la humanidad.
Temblé al comprender, pero él no me dejó tiempo de dudar. ¿Quién tiene la culpa de todo esto? ¿Quién ha hecho á usted traición indignamente? ¿Quién iba á llevarse otra mujer con su dinero de usted en el bolsillo? ¿Quién, acribillado de deudas, sin esperanza, sin crédito, casi sin honor, puede ser moralmente considerado como capaz de asesinar á su querida? ¡Jacobo! exclamé llena de horror. ¡Oh!
Ella lo haría todo, ¡y con qué placer! se la presentaba la ocasión de pagar esa deuda, imposible de saldar jamás, del hijo con el padre, de pagarla en la moneda del cariño, de la abnegación, del sacrificio, única moneda válida para tales deudas. ¿Qué la importaban el lujo, las fiestas, la vanidad de la posición perdida?
No llegaba él hasta esperar que disculpara sus amores con Serafina; era, por el contrario, indispensable, que no supiera de ellos; pero todo lo demás, ¿por qué no? Es decir, lo de las deudas y el dinero prestado, tampoco. Miraba a Emma; después miró al tío: o no había honradez y franqueza y lealtad en el mundo, o estaban pintadas en la cara, y especialmente en los ojos de tío y sobrina.
Pero ella no aceptó, por cumplir la promesa hecha á su familia de no cantar en público. Yo la incitaba á aceptar las proposiciones de Vignot para ver si Lea se bastaba á si misma y se aligeraba así el pesado fardo de mis deudas.
Mi marido, disgustado por nuestra pena, por la pérdida de las cosechas, y por las deudas de su hijo que es preciso pagar antes de que se case, para que la familia a quien se una no resulte engañada; mi marido, digo, desea vender la casa de Mâcón y retirarse al campo; quiere vivir completamente aislado de las gentes.
Las deudas tenían aliento de fiebre, la real hacienda jadeaba; cada año se gastaban los ingresos de cinco años venideros. ¿Qué expediente, qué arbitrio quedaba por ensayar?
La viuda sentíase molestada por tales audacias; agitábase nerviosa en su asiento, pero callaba y seguía sonriendo. Pensaba en que la situación imponía disimulo, y que la amistad del matrimonio Cuadros le era muy necesaria para salvarla en sus apuros de señora en decadencia, acosada por las deudas.
Su esposa, llamada «la bella Elena», por una hermosura indiscutible, que sus amigas empezaban á considerar histórica á causa de su exagerada duración, recibía con más serenidad estas cartas, como si toda su existencia la hubiese pasado entre deudas y reclamaciones.
Palabra del Dia
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