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Actualizado: 2 de julio de 2025
Obdulia no tenía ni asomos de arreglo; pronto se vio agobiada de deudas; cada lunes y cada martes enviaba recaditos a su madre con la portera, pidiéndole cuartos, que Doña Paca no podía darle.
Vuesa merced coplee cuanto quisiere, que yo dormiré cuanto pudiere. Y luego, tomando en el suelo cuanto quiso, se acurrucó y durmió a sueño suelto, sin que fianzas, ni deudas, ni dolor alguno se lo estorbase.
Con el valor de los cuatro Reales-Sitios podría el pueblo español pagar todas sus deudas, ó cubrir de ferrocarriles todo el territorio nacional, quedándole algo para alfileres. ¿Quién sabe si algún día se hará ese negocio....? Era un doble tipo, como se verá, muy digno de atencion.
El hombre tiene que recurrir a la materia para pagar las deudas del espíritu. ¡Argumento terrible en favor del alma! Para ir desde mi casa al teatro es preciso pasar por la plaza tan indispensablemente como es preciso pasar por el dolor para ir desde la cuna al sepulcro. Montones de comestibles acumulados, risa y algazara, compra y venta, sobra por todas partes y alegría.
Casado con ella, vivió con tanta pompa y decoro, dando comidas y saraos y paseando en quitrín, acompañado de su mujer, tan ricamente vestida que parecía la reina de Saba, que se empeñó, hipotecó los predios urbanos y rústicos y acabó por tener más deudas que pelos en la cabeza.
Con los libros a la vista, expuso el verdadero estado de la casa: deudas que no podían pagarse y créditos que no se cobrarían nunca: la caja vacía, y en el Banco escaso depósito para hacer frente a las necesidades más apremiantes. ¿Y quién tiene la culpa de todo esto? exclamó Jacinto; usted es el que lo maneja todo, el que hace y deshace, el administrador y el tesorero de la casa.
La cocinera y doncella habían sido despedidas; no quedaba más que la niñera, a quien Isidora revistió de las más extensas atribuciones. «He pagado mis deudas y tapado la boca al procurador dijo Isidora a su padrino la noche del último día de liquidación . Estoy tranquila. Me queda esto». Dio un gran suspiro mostrando un papel donde había varías monedas y un sucio billete de Banco. «¿Cuánto es?
Pero acordándose de lo que debía a su esposa, de lo que se debía a sí mismo, de lo que debía a sus años, y de otra porción de deudas, y sobre todo, por fatalidad de su destino que nunca le había permitido llevar a término natural cierta clase de empresas, era lo cierto que había retrocedido en aquel camino de perdición desde el día en que una tentativa de seducción se le frustó, por fingido pudor de la criada. «No había, en suma, llegado a ser dueño de los encantos de su doncella, pero en aquellos primeros y últimos escarceos amorosos había podido adquirir la convicción de que la Regenta le había regalado a Petra unas ligas que el amante esposo le había regalado a ella».
Entretanto, de orden del juez, según Bernardino, se habían vendido la quinta de Quilmes y la estancia de Cañuelas, para pagar no sé qué deudas dejadas por don Aquiles y luego, siempre de orden del juez, las tres casas de la ciudad. Los gastos de la testamentaría eran tales, que todo de lo que se echara mano, no bastaba para sufragarlos.
Aunque Isabel hacía milagros de arreglo y economía, el considerable gasto cotidiano quitaba al establecimiento mucha savia. Pero nunca dejó de cumplir Gumersindo sus compromisos comerciales, y si su capital no era grande, tampoco tenía deudas.
Palabra del Dia
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