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Actualizado: 13 de julio de 2025
Es siempre amargo para una mujer que ama á su marido, pero no trae consecuencias, y debe perdonarse... Pero ahora... ¡ahora!... La esposa se irritó al evocar las infidelidades recientes... Ya no eran sus rivales las mercenarias de los grandes puertos, ni las viajeras que sólo pueden dar unos días de amor, como una limosna que se arroja sin detener el paso.
Todavía se le podrá detener.... ¡Qué desgracia!... Cuando parecía curado.... ¡Esta mañana me hablaba con tan buen juicio!... Sin perder un instante se empezaron las indagaciones. Algunos vecinos de la calle le vieron, y según la dirección que llevaba, debió de salir por la puerta de la Rochapea.
Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.
Los padres se inclinaban junto á ella con afán insensato, cual si quisieran con la sola fuerza del mirar detener aquella existencia que se iba, suspender la rápida desorganización humana, y con su aliento renovar el aliento de la pobre mártir que se desvanecía en un suspiro. Sonaron en la calle tambores y zambombas y alegre chasquido de panderos.
Todo esto dijo sin parar la que tan hermosa mujer parecía, con tan suelta lengua, con voz tan suave, que no menos les admiró su discreción que su hermosura. Y, tornándole a hacer nuevos ofrecimientos y nuevos ruegos para que lo prometido cumpliese, ella, sin hacerse más de rogar, calzándose con toda honestidad y recogiendo sus cabellos, se acomodó en el asiento de una piedra, y, puestos los tres alrededor della, haciéndose fuerza por detener algunas lágrimas que a los ojos se le venían, con voz reposada y clara, comenzó la historia de su vida desta manera: «En esta Andalucía hay un lugar de quien toma título un duque, que le hace uno de los que llaman grandes en España.
No pudieron los Griegos contra soldados tan practicos y valientes, aunque con tanta desigualdad, salir con victoria. Dieron luego la vuelta hacia sus reales, donde pensaron rehacerse. Los que quedaron en su defensa, viendo su gente rota, salieron á detener al enemigo que con furia y rigor increible venia ejecutando su victoria.
El calor era sofocante; gruesos nubarrones negros se amontonaban por occidente; el sudor corría copioso por todas las frentes; pero nada fue capaz de detener el furor de aquellos ocho hombres. M. L'Ambert, lleno todo de sangre, no cesaba de animar a sus compañeros con el gesto y con la voz.
«Ni los campos tranquilamente fastidiosos; ni los palacios, que son mansión del hastío, me hacen a mi maldita gracia decía la pluma. Por fuerza hemos de encontrar pronto lo que cuadra a mi genio. ¿Ves? O yo me engaño mucho, o aquel gentío que ocupa la llanura que tenemos delante, nos va a detener allí con el espectáculo de algún acto sublime. Vamos pronto, que ya siento viva curiosidad.
Carolina había dicho que vendría a principios de Setiembre, sin fijar fecha. ¡Qué ansiedad! ¡Y el día 2...! Lo primero que tenía que hacer la afanada señora era detener el golpe del prestamista, o aplazarlo por unos días al menos, hasta que Pez viniera.
La mísera engañada tiene noticia de su deslealtad, y acude corriendo á detener al culpable; pero llega tarde al puerto, en el momento en que el buque leva el áncora, y sólo oye á lo lejos las voces de su hijo que la ve y quiere volver con ella.
Palabra del Dia
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