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Actualizado: 15 de noviembre de 2025
En seguida, y habiéndose despedido del lectoral, levantó su preciosa mano, exornada de randas, y, mirando en los ojos a los mancebos, díjoles con imperio: Vosotros seguidme. Volvió las espaldas, segura de ser obedecida, y desapareció. Los dos hermanos se fueron tras ella, y durante unos segundos oyose alejarse por el corredor el golpeteo de las espuelas.
¿Hay calefacción? le pregunté a la portera de un inmueble donde se alquilaba un cuarto piso. Esta hipótesis pareció ofender gravemente la dignidad de aquella mujer. No, señor me contestó con orgullo . Aquí estamos a la antigua española... Y, cuando yo llegaba ya a la esquina, después de haberme despedido, la portera me hizo volver sobre mis pasos. ¿Qué ocurre? exclamé.
El doctor teme una meningitis y he pedido consulta. Hemos arrancado estas noticias a Lacante y todos se han despedido. Se veía que deseaba estar solo. Me ofrecí a quedarme toda la noche a su disposición, pero él no aceptó y me estrechó calurosamente la mano. Mi querido amigo me dijo con voz alterada, era encantadora y creo que me hubiera querido... me quería ya...
Si esa muchacha se hubiera puesto mala en la noche, decía la Bonnetable en tono trágico, no hubiera tenido azúcar para hacerse una infusión... Era lamentable, en efecto. En resumen, después de diversas peripecias en las que el vino se mezclaba con el azúcar y el pan, la doncella se había despedido. Debió hacerlo antes...
Con permiso de usted, tío Tomba: hace más de dos horas que estamos hablando. Tengo que continuar la lección. Y mientras el pastor, despedido cortésmente, guiaba sus ovejas hacia el molino, para repetir allí sus historias, empezaba de nuevo en la escuela el canturreo de la tabla de multiplicar, que era para los discípulos de don Joaquín el gran alarde de sabiduría.
Seréis, pues, despojado de ese hábito y despedido de esta abadía, de sus tierras y pertenencias, sin renta ni beneficio de ninguna clase y sin las gracias espirituales que gozan cuantos viven bajo la tutela y especial protección de San Benito.
Melchor se repetía amorosamente las últimas palabras con que Clota le había despedido la noche antes, cuando con las manos fuertemente tomadas y los ojos lánguidos y firmes, puestos en los de él, le había dicho: Hazme telegramas, escríbeme, escríbeme todos los días, cuéntame todo lo que hagas, y cuando vayas en viaje, cuando estés lejos, piensa que... estoy contigo... contigo para siempre... ¡para siempre!
No habría llegado aún Francisco Montiño al puente de Segovia, cuando su mujer, que había despedido á su hijastra para irse á dormir, se encerró en su dormitorio, se dirigió á una ventana, que parecía clavada, sacó con suma facilidad dos de los clavos, que sólo servían de una manera aparente, abrió, y tomando un papel, al que hizo tres agujeros, envolvió en él un pedazo de pan, sin duda para dar al papel peso, y se puso á cantar, teniendo fijos los ojos en una ventana cercana de una torre que por aquella parte del alcázar estaba contigua á las habitaciones del cocinero mayor.
Sin embargo, noté que el dueño de la casa estaba preocupado y silencioso, y cuando se hubieron despedido todos los demás y quedádonos solos con él Federly y yo, empecé a bromear a Beltrán, hasta que exclamó, dejándose caer en el sofá: ¡Pues nada, que tienes tú razón y estoy enamorado, perdidamente enamorado! Así escribirás mejores versos le dije por vía de consuelo.
He aquí, en breves palabras, lo que había sucedido: Burton Blair se había despedido de su hija Mabel, partiendo en la mañana del día anterior de su mansión de la plaza Grosvenor, para ir a tomar el expreso de las diez y media que de Euston salía para Manchester, donde tenía que arreglar algunos negocios particulares, según había dicho.
Palabra del Dia
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