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En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un instante muy inferior en todo a doña Beatriz. Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del amilanamiento, del desmayo en que había caído.

Tomóle del brazo, y sin reparar en si le molestaba o no, se puso a charlar animadamente de Fisiología. Raimundo se hallaba en un momento de tristeza y desmayo. Hacía tiempo que observaba que Escosura tenía proyectos amorosos respecto a Clementina. La festejaba con todo descaro donde quiera que la veía, afectando desconocer sus relaciones, sin reparar siquiera en él.

Y dando un patético suspiro, se frotó las manos; y renunciando al ideal de cobrar dos veces, no pensó más en aquello y volvió a sus negocios. En cuanto a Reyes, al llegar al portal, donde trabajaba y comía un zapatero de viejo, tuvo varias ideas y un desmayo.

Me inquirió con cierta dureza por el motivo de aquel inesperado desmayo de Mabel, pero yo le contesté sencillamente que había sido una descomposición repentina, y que la atribuía al calor sofocante de la habitación.

En este estado de desmayo fue como la encontró el digno notario.

Dos minutos después estaba Ana en pie; pero quejándose de la cabeza, del corazón, declarando que tenía los huesos rotos, que se moría de frío; todo en voz tan baja y quejumbrosa, que nadie la tendría por la petulante moza de antes del desmayo. Mujer, vente a mi casa, te daré ropa seca dijo Amparo. No, a la mía, a la mía.... El cuerpo me pide cama. Duermes conmigo.

Ignoro lo que este último detalle podría tener de particularmente desgarrador para el corazón de la señora de Saint-Cast, pero no pudo resistir á él; un desmayo súbito, acompañado de un vahido infantíl llamó á su alrededor todos los recursos de la sensibilidad femenil y nos proporcionó la ocasión de retirarnos. Yo por mi parte no tuvo reparo en aprovecharme de ella.

Y Ojeda, al despertar de esta vertiginosa evocación de recuerdos que sólo había durado algunos segundos y abarcaba todo un período de su existencia, se vio caminando por el Salón del Prado, en una noche fría, al lado de una mujer que marchaba con desmayo, como si al término del paseo la esperase la muerte, evitando las palabras de él, evitando su mirada.

Limpiáronle, trujéronle el vino, desliáronle los paveses, sentóse sobre su lecho y desmayóse del temor, del sobresalto y del trabajo. Ya les pesaba a los de la burla de habérsela hecho tan pesada; pero el haber vuelto en Sancho les templó la pena que les había dado su desmayo. Preguntó qué hora era, respondiéronle que ya amanecía.

Si después de hacer esta vida durante seis meses o un año persiste en meterse monja, déjala que vaya bendita de Dios. Mientras tanto, a nadie convencerás de que no se ejerce presión sobre ella. ¡Uf! exclamó Isabel, después de repetir estas palabras de su padre. La tía se puso de veinticinco colores. Creí que le iba a dar un desmayo.