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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Abriéronsele a Cervantes las entrañas, alborotósele el corazón, espanto le cogió el alma, porque pareciole que algo que no podía comprender, a aquella desmayada beldad le atraía.

Acto cuarto: Los ministros aconsejan al rey que apresure la ejecución de Inés. Esta aparece ante el trono con sus hijos, pide justicia y compasión, y cae en tierra desmayada, después que acaba sus súplicas. El rey vacila, y dice que él se lava las manos de esta muerte, y que la deja al arbitrio de sus ministros. El coro cuenta después la ejecución de su horroroso suplicio.

María Antonia, por primera vez después de su conversación y olvidada de su conversión, le dirigió entonces una mirada larga, fogosa, dulce y llena de promesas. Aproximando luego su rostro al de él, hasta el punto de que penetró por su boca y por sus narices el aliento de ella, dijo ella quedito y con desmayada dulzura: Ven de noche a casa. Nadie te verá y no lo sabrá nadie.

El notario corrió hacia la viuda desmayada y se puso a buscar con prisa febril entre los pliegues de su bata para encontrar la prueba escrita. Los esfuerzos resultaron infructuosos. Temblaba de impaciencia y de ansiedad, pensando que se hubiera perdido el precioso papel. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Marta, no es posible! Marta, Marta.

Yo, viendo alborotada toda la gente de casa, me aventuré a salir, ora fuese visto o no, con determinación que si me viesen, de hacer un desatino tal, que todo el mundo viniera a entender la justa indignación de mi pecho en el castigo del falso don Fernando, y aun en el mudable de la desmayada traidora.

En todo este tiempo, ni ella ni ellos se habían quitado los antifaces, ni hablado palabra alguna; sólo que, al sentarse la mujer en la silla, dio un profundo suspiro y dejó caer los brazos, como persona enferma y desmayada. Los mozos de a pie llevaron los caballos a la caballeriza.

Desparecíla día de la Ascensión del Señor, a las ocho de la mañana, del año de mil y quinientos y noventa y cinco. Traía la niña puestos estos brincos que en este cofre están guardados." Apenas hubo oído la Corregidora las razones del papel, cuando reconoció los brincos, se los puso a la boca y dándoles infinitos besos, se cayó desmayada.

Jacobo hablaba con voz desmayada, y animábale Currita, muy alegre, muy satisfecha, diciendo a todo que , que no tuviera cuidado... De pronto miró al caballete. ¿Qué es eso?... Los niños no respiraban y apretábanse mucho, muy pegaditos, muy pegaditos... Sonó entonces una carcajada. ¿Has visto?...

Don Luis daba voces a sus criados que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio, y a don Fernando, que todos favorecían a don Quijote. El cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada.

Nadie vió á doña Clara, que fué introducida envuelta en su manto. En efecto, sólo estaba desmayada. Aquel rudo combate la había aterrado, porque si bien doña Clara era valiente, su valor era el valor de la mujer. El cocinero mayor se quedó encerrado con ella.

Palabra del Dia

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