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Actualizado: 11 de junio de 2025


Cortos eran los réditos del caudal de Moscoso que no se deslizaban de entre los dedos temblones de fray Venancio a las robustas palmas del tutor; pero si lograban pasar a las de doña Micaela, ya no salían de allí sino en forma de peluconas, camino de cierto escondrijo misterioso, acerca del cual iba poco a poco formándose una leyenda en el país.

Varias veces tomó un libro, pero sus ojos se deslizaban sobre las páginas sin comprender el sentido de una sola línea. Permaneció largo rato pensativa en el sofá, fumando cigarrillos. Luego fué á situarse junto á una ventana, mirando á través de sus vidrios la calle central, de modo que no la viesen desde fuera.

Pasaban con un salto irresistible sobre el muro, se deslizaban por las brechas, venían del fondo de la arboleda por entradas invisibles. Eran soldados pequeños, cuadrados, sudorosos, con el capote desabrochado. Y revueltos con ellos, en el desorden de la carga, tiradores africanos con ojos de diablo y bocas espumeantes, zuavos de amplios calzones, cazadores de uniforme azul.

Muchos ojos seguían el avance por la línea del horizonte de un rosario de vapores pintarrajeados, como bestias fabulosas, á los que daban escolta varios torpederos. Pero el arrullo de la música penetrando al mismo tiempo por los oídos quitaba toda significación á este medroso disfraz de los buques y á la lentitud recelosa con que se deslizaban frente á la costa del placer.

Era el mismo día en que había entrado por primera vez en el camarote de la Eichelberger. ¡Y él se imaginaba que iba transcurrido mucho tiempo, días y días, semanas, meses, desde esta aventura triste! Las horas se deslizaban a bordo de un modo irregular, con una celeridad loca o una monotonía interminable, según eran los sucesos.

Mis frases se deslizaban inarmónicas, siendo ésta la primera cuerda de mi instrumento que se encontró rota. El gran mugido no tenía otra variante que las voces, extrañas, fantásticas, del viento desencadenado sobre nosotros. La casa que habitábamos le estorbaba, siendo para él un blanco que asaltaba de mil maneras.

Por eso tenía poco mérito el embromarlas. Jamás se dio el caso de verlas enfadadas con sus amigos, y eso que algunos se deslizaban en sus guasas hasta llegar no pocas veces a la grosería. En cambio eran muy propensas a la guerra intestina, esto es, a irritarse una con otra; pero ya sabemos en qué paraban siempre estas misas.

Desde mucho antes caminaban los madrugadores por la azulada penumbra de la cubierta, saludándose al paso y comunicándose noticias de la noche anterior. Algunos, vestidos con pijamas o medio desnudos bajo un largo gabán, descendían del gimnasio y se deslizaban rápidamente en busca de sus camarotes. Aparecían las primeras señoras, yendo tras breve paseo a arrellanarse en los sillones.

Por el claustro se deslizaban a lo largo de las paredes, con la melancolía del hambre, varios chicuelos de cabeza enorme y delgado cuello, siempre enfermos y sin llegar nunca a morirse, afligidos por extrañas dolencias de la anemia, por bultos que surgían y desaparecían en la cara, y costras asquerosas que cubrían sus manos.

Los días para la Regenta se deslizaban suavemente. El Magistral, su maestro, y don Víctor, su discípulo, eran los compañeros de su vida al parecer sosa, monótona, pero por dentro llena de emociones. Seguía encontrando en la oración mental delicias inefables.

Palabra del Dia

rigoleto

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