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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pues bien: usted sabe o no sabe que Beatriz trataba muy lindamente la acuarela antes de sus desgracias... Ella desea volver a las andadas y tomar algunas lecciones del señor Fabrice durante su residencia aquí... ¿Se puede contar con los buenos oficios de usted? Pierrepont reflexionó algunos segundos.
Pasados seis meses de riesgos, privaciones y peligros en tan largo viaje, tuve el inesplicable placer de saludar el suelo patrio despues de una ausencia de mas de trece años, trayendo en mi pecho recuerdos de eterna memoria y gratitud al pais que en mis desgracias me dió segundo ser.
Hacía algún tiempo que, preocupado de las desgracias por que pasaba María Teresa, y creyendo correcto participar de ellas, había vivido en lo que llamaba el retiro; es decir que se había presentado poco en el gran mundo, salvo en el club y en algunas comidas íntimas. Pero las palabras dichas a María Teresa lo desligaban.
Y la vieja, con su supremo esfuerzo de voluntad, se decidió a abandonar su silla para ver la inundación. ¡Cuánta agua, Dios y señor nuestro!... ¡Qué de desgracias se contarán mañana! Esto debe ser castigo de Dios... un aviso por nuestros muchos pecados. Mientras los dos hombres oían a la vieja, Leonora iba de una parte a otra dando prisas a su doncella y a la hortelana.
Miraba las aguas deslizarse uniformemente, sin que el menor objeto alterase su superficie. Al fin se cansó de este examen sin más guía ni justificación que un presentimiento. «Este Federico se dijo me ha perturbado con sus desgracias. ¿Por qué pienso cosas absurdas?... Volvamos á casa. Me avisa el corazón que lo voy á encontrar cuando llegue. Habrá estado paseando por el otro lado del pueblo.»
»Uno hay contestó con emoción; si ama usted a Carlos, si se siente capaz de arrostrar por él la cólera del señor Duque, el desprecio del mundo, las desgracias, la miseria quizás. »Estoy pronta. »¡Pues bien! Yo hago mal, sin duda, dándole semejante consejo... Pero, piensa usted en matarse, y es necesario salvar su alma...
Sus faenas no la daban muchas veces para comer, y aquel trabajador sobrio y bueno, que no frecuentaba la taberna y acogía las desgracias silenciosamente, sin cóleras y sin golpear a la hembra, valía más que su marido.
Os he referido esa sencilla historia, para que sepáis cuáles fueron los motivos que determinaron mi vocación, y cuáles las desgracias que labraron en mí esta fuerza para los sufrimientos, este desdén con que miro las grandezas humanas.
Aquella señora tenía una habilidad de juez para extraer las palabras. En la noche, á la hora de la cena, la madre apenas abrió la boca. Sus dedos comunicaron un temblor nervioso á los platos y los tenedores. Miraba á su hijo con trágica conmiseración, como si presintiese enormes desgracias que iban á desplomarse sobre su cabeza.
Pero ¿cuándo se cansaría Dios de enviar desgracias sobre ella?
Palabra del Dia
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