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Actualizado: 7 de julio de 2025
Desgraciadamente yo no podía hacer más que citar las expresiones de mi historia, al emitir opiniones que se apoyaban más en una impresión que no en un razonamiento. Hacía una hora que me devanaba los sesos reflexionando, cuando atravesó mi mente una brillante idea. ¡La biblioteca! exclamé.
Para llegar a este resultado trató de concentrar todo su poder de evocación sobre los meses de verano, durante los cuales Huberto la había conquistado, en la alegría de aquella playa normanda tan propicia para el flirt. Pero desgraciadamente, el estado de su espíritu no se prestaba a las reminiscencias alegres; no se armonizaban con su tristeza.
Te prometo que si no tiene novedad mi tío, iré con vosotros; pero si desgraciadamente la tuviera... ya ves tú... Conque hasta mañana. Yo no sé qué cara pondría Chisco oyéndome hablar así, porque en el pasadizo donde estábamos conversando a media voz, no se veía la mano delante.
Sé sentó a cierta distancia de mí, guardó por algún tiempo un silencio sombrío, y después empezó a murmurar no sé qué entre dientes. «¿De qué se trata le dije , mi pobre Latour?» «Que pierda mi nombre continuó como si hablase solo , si no es Maugis, el infame, el execrable Maugis. ¿Se acuerda el señor de aquel aventurero que se presentó al general con falsos poderes, que aprovechó cobardemente para entregar al enemigo un destacamento considerable de los nuestros, y que se substrajo, desgraciadamente, por una pronta huida al castigo que merecía?» «He oído hablar de ese miserable, y creo, como tú, Latour, que se llamaba, efectivamente, Maugis, sea con la única intención de ocultar su verdadero nombre, sea por seguir la costumbre bastante rara de nuestros oficiales; pero, ¿a santo de qué?...» «¿A santo de qué? exclamó . Ese infernal Maugis, que yo hubiese reconocido entre mil, no es otro que el honrado Ferreol de Montbreuse, que usted ha visto hoy, y, sin temor a equivocarme, afirmaré que no hay otro Maugis. ¡Rabia y maldición! ¡Es una vergüenza para la Providencia ver gentes así gozar del aire y del sol!»
El temperamento de Octavio guardaba bastantes afinidades con el suyo, lo cual le traía desesperado. D. Baltasar hubiera dado cualquier cosa por que su hijo fuese un lagarto que se perdiera de vista, un truchimán capaz de enredar con sus artimañas á todo el concejo. Pero desgraciadamente no era así ó, por mejor decir, era todo lo contrario. «Este chico, decía, me da á mí quince y raya.
Y a pesar de esta expiación, el viejo Ti-Chin-Fú, estaba siempre a mi lado porque sus millones que yacían ahora intactos en los Bancos, eran, desgraciadamente, míos. Entonces, indignado, volví a mi palacio y a mi vida de lujo.
Ahora comprendo por qué tantos escritores malos tienen tantos y tan buenos admiradores. Con dos admiradores más, yo me volveré completamente idiota. Desgraciadamente, en la literatura española no hay más que genios.
Los escritores solemos dirigirnos a «el lector», poco más o menos, así como los criados se dirigen a «el señor». Desgraciadamente, este concepto de «el lector» es demasiado vago. Por lo general, el lector tiene una personalidad multiforme y a veces carece de existencia.
El porvenir de Colombia es inmenso, pero desgraciadamente remoto.
Encontré a Domingo muy abatido y la más viva expresión de pena se pintó en su rostro cuando me permití dirigirle algunas preguntas acerca de la salud de su amigo. Creo inútil engañarle a usted me dijo. Tarde o temprano será conocida la verdad de una catástrofe muy fácil de prever y, desgraciadamente, inevitable. Y me entregó la carta misma de Oliverio. «Orsel noviembre de 18...
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