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Actualizado: 7 de septiembre de 2025


Y sin ti yo me convertiría en nada. Desgraciadamente para los hombres de mi carácter, llega un momento en que es imposible producir la misma suma de trabajo; cuando, como yo, se ha sido la palanca elevadora de una casa, se entristece uno ante la idea de ver derrumbarse el edificio construido con tanto trabajo.

Tratemos de que los vestigios que deben servir de base á nuestra historia, no salgan del suelo americano, como desgraciadamente ha sucedido hasta ahora.

Desgraciadamente, esos archivos son muy ricos y el palomar está lleno de ellos desde el techo hasta el sótano. Ayer, había ido muy temprano á casa de la señorita Porhoet, con el fin de acabar antes de la hora de almorzar el examen del legajo núm. 115, que había comenzado la víspera.

Baldomero le dijo Lorenzo, intensamente agitado, nosotros necesitamos salir en seguida para el pueblo. ¿Y... eso?... , Baldomero, háganos el favor de darnos caballos, o el break; pero sin demora; no debemos ni podemos permanecer aquí más tiempo. Pero... ¿qué, ha pasado algo? Lo que tenía que suceder, desgraciadamente.

Mi posición era insegura e incierta, como que no podía afrontar abiertamente la situación. Amaba a Mabel, pero no tenía derecho a hacerlo. Era, desgraciadamente, la esposa, ¡ay! la víctima, mejor dicho, de un hombre de tipo vulgar e instintos criminales. Nuestro viaje hasta la estación de Paddington fue sin novedad, y en el más completo silencio casi.

Esto le consolaba y le satisfacía; y si no había vuelto ya a Coteruco, era porque quería hacerse desear un poco más, para asegurar mejor la curación de sus «locos». Desgraciadamente no participaban sus hijos de aquéllas sus ilusiones, porque tenían otros gustos muy diferentes; pero todo podía arreglarse con algún sacrificio de cada cual.

D.ª Carolina adoptó inmediatamente un continente grave, protector, de una importancia tal que el violinista comprendió que su vida estaba en manos de aquella señora. Largo rato estuvo pensativa. Luego manifestó que por ella todo quedaría arreglado en seguida. ¡Ah, por ella no había dificultad alguna! Desgraciadamente era necesario consultar otras voluntades: primero la de Presentación...

Como su trato es harto fácil, y no abriga más malicia que la que cabe en veintidós años, todos los jóvenes que la ven se creen con derecho a ser correspondidos; y como al llegar a ella se estrellan desgraciadamente los más de sus cálculos en su virtud porque aunque la ves tan loca al parecer, en el fondo es virtuosa, los unos han dado en llamar coquetería su amabilidad, los otros, por venganza, le dan otro nombre peor.

Esto le hizo estremecer de espanto, ¡a él que había visto una y otra ejecución en el Campo de Guardias sin conmoverse!... Pero aunque se reconoció bien perseguido, su orgullo estaba allí para aconsejarle no entregarse... ¡Fuera miedo!... Desgraciadamente para él, estos fieros pensamientos se aplacaban con el agotamiento de las fuerzas físicas.

Desgraciadamente para las dos hermanas, Yégof había establecido hacía muchos años su residencia de invierno en la caverna de Luitprandt. De allí partía en la primavera para visitar sus innumerables castillos y pasar revista a sus leales hasta Geiersteid, en el Hundsrück.

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