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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Y cuando entró, sollozante y lacrimosa, juntas las manos, y se adelantó hacia el cadáver, el mismo estremecimiento nervioso de antes volvió a sacudir el cuerpo del Príncipe; en su rostro volvieron a leerse aquel desfallecimiento de terror, aquel pavoroso dolor, como si la vista de una persona cara a la muerta, su presencia allí, hicieran recrudecer su tormento.
Además de la copiosa hemorragia que enrojeció los mármoles del baño, los dos médicos, después de docta disputa acerca del sitio en que debiera practicarse la sangría, resolvieron abrir cada cual la suya, y, en el espacio de pocas horas, fue sangrado del brazo y del tobillo. Su desfallecimiento era como lento bogar hacia el morir.
Sea por torpeza o por desfallecimiento, la prenda se escapó de las manos de Magdalena. Dio un paso, se tambaleó primero hacia atrás, luego hacia adelante y cayó en mis brazos desvanecida. La agarré, la sostuve algunos segundos así, pegada contra mi pecho, la cabeza vuelta, los ojos cerrados, los labios fríos, medio muerta y enajenada al influjo de mis besos.
Pálida, con el corazón fuertemente contraído y en un estado de desfallecimiento que le hacía tambalearse, bajó la escalera sin darse cuenta.
La causa, para el arsénico, es el miasma palúdico, el cual, independientemente de la forma de reaccion, produce síntomas que son su fondo, y que consisten en una ansiedad con sed, abatimiento grande que conduce al desfallecimiento con angustia precordial, y en gastricismo que termina con vómitos, con diarrea, ó en una simple irritacion de estómago.
Sobre el rumoreo de las conversaciones, vibraba alguna fina risa femenina y él volvía los ojos para reconocer a la que había reído. A la sola idea de que Adriana estaba allí, tan cerca de él, un desfallecimiento corría por todo su ser. El aire de la sala, tibio, sensual, y el deslumbramiento de las luces, contribuían para enervarle.
Urgía además antes que todo, acudir al desfallecimiento en que Margarita se encontraba, y que era tal, que apenas si la pobre joven podía dar un paso, y colgada iba del brazo de Miguel, y arrastrada y llevada por él, que no andando. Hambre parecía tener la triste de días, y tal vez hambre había sido la enfermedad de su madre.
En pocos días aquel hombre ingenioso se desmejoró visiblemente. Sus grandes ojos melancólicos se hundieron, la nariz se afiló, las mejillas se plegaron y todo su inteligente rostro antropológico adquirió un tinte sombrío de dolor y desfallecimiento que puso en alarma a la familia. Pero no quería oír que estaba enfermo. Se encontraba perfectamente. Su abatimiento dependía del exceso en el estudio.
A Ramón le flaquearon las rodillas, y cayó sobre ellas, desfalleciendo... El padre de Lita creyó ver en ese desfallecimiento la confesión del crimen, pues se le presentaba el caso como un crimen, y vociferaba a la criada y a su hijo, en el paroxismo de su cólera: ¡Fuera de aquí!... ¡Que yo no vea más la cara de ustedes!... ¡Pronto, fuera, si no quieren que los haga echar por la policía!
Diciendo así, diole un empujón, y le volvió la espalda, saliendo con paso rápido, la frente alta, la mirada llameante, a pesar del peregrino desfallecimiento, de la desusada conmoción interior que le avisaba de que ahorrase tales escenas.
Palabra del Dia
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