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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Cuando regresé a Madrid, con el rostro ennegrecido por el sol y las manos endurecidas por el remo, me puse a escribir Los muertos mandan, y eran tan frescas y al mismo tiempo tan recias mis observaciones, que produje la novela «de un solo tirón», sin el más leve desfallecimiento de mi memoria de novelista, en el transcurso de dos o tres meses.
Debo decir, en honor de mi profético corazón, como diría Hamlet, que la primera impresión me hizo entrever el negro porvenir. Pero la suerte estaba echada y la voluntad, serena y persistente, velaba para impedir todo desfallecimiento.
A pesar de su ternura y su respeto, Liette conocía demasiado a aquella niña vieja y frívola para pedirle el sostén y el apoyo moral necesario en las horas de desfallecimiento. Su madre atizaría el fuego con mano inconsciente en vez de apagarlo, y Liette, sin fuerza ya para luchar contra ella misma, veía que no podría resistir al contagio del espejismo. ¿No valía más esperar?
¿Debo hacer esto? ¿Le gustará tal cosa a Raúl? ¿Cree usted que me encontrará bonita así? Y con estoico heroísmo, Liette encontraba un áspero goce en adornar a su inocente y amada rival con las flores de su triste experiencia, y tan bien dominaba su cara, que ni un desfallecimiento había revelado la secreta angustia de su alma.
Morsamor se repuso de su doloroso desfallecimiento, hizo abrir la puerta, que ya empezaba a arder, y con heroica furia se abalanzó contra los sitiadores. Aunque Morsamor parecía invulnerable y aunque los cincuenta hombres que permanecían vivos bajo su mando eran diestros y prodigiosamente valerosos, todos sin duda iban a perecer allí peleando contra un ejército. No peleaban por la victoria.
La brionia, y á veces el cólchico, tienen una indicacion evidente en las afecciones francamente reumáticas y gotosas del corazon, cuando hay eretismo febril, neuralgia, punzadas violentas con síntomas graves como el desfallecimiento.
Dos días más tarde tuvo fuerzas para bajar sola al salón, rechazando todo apoyo, aunque la debilidad cubriera de sudor la adelgazada piel de su frente y por más que sucesivos accesos de desfallecimiento la hicieran vacilar a cada paso. Aquel mismo día se empeñó en subir en coche. La llevaron por los caminos más suaves del bosque. Hacía buen tiempo.
Pero Lituca, de rodillas y rezando, como su madre, volvía rápida a clavar la vista en el crucifijo, como el sediento caminante los labios en el caño de una fuente, y así refrigeraba y fortalecía su espíritu en cada desfallecimiento que le causaba aquel incesante batallar de la muerte para acabar con una vida que también había sido risueña y juvenil como la suya.
Ahora mismo va usted a ver los títulos.... Y sacó la llave y se dirigió al armario. Su tío le detuvo. No hace falta, chico.... ¿Para qué? Así salió, casi milagrosamente, de aquel terrible compromiso, que de otro modo hubiera producido una catástrofe. Sin embargo, la victoria le costó muchos momentos de cruel amargura, un gran desfallecimiento físico y moral que por poco le hace enfermar.
Este se hallaba magullado, roto y en un estado de desfallecimiento tal, que no podía andar sino á pasos cortos y vacilando á cada momento. El militar le sostuvo con fuerza, y andando con él muy lentamente, le preguntó dónde estaba su casa para llevarle á ella.
Palabra del Dia
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