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Actualizado: 25 de julio de 2025


Es cosa que desespera y aturde ver cómo nos es imposible tranquilizar á ciertas gentes. Por todas partes aparecen partidas de facciosos movidas por una parte del clero. Hay todavía muchos espíritus apocados que no quieren creer que el interés de V.M. y de la nación consiste en el sistema que todos amamos y defendemos.

Que cuando salgáis de aquí llevaréis de tal recuerdo, que no me olvidaréis jamás. ¿Qué misterio tan incomprensible es este que os arranca de mis brazos, que os defiende de , que me desespera, que me mata?... Mi amor. Extraño amor que se complace en despedazarme. Amor desdichado, muerto apenas nacido. Dorotea, no me obliguéis á ser villano. Conmigo no podéis ser más que lo que sois.

Las peñascas las cantan con un fuego y un retintín que desespera a las jóvenes de Sarrió y les hace enfermar de ira. Los hombres suelen ser como en todas partes, más feos que hermosos, más tontos que graciosos, más groseros que corteses, más vulgares que originales.

La libertad política, aplicación al gobierno del más bello de los atributos del hombre, es el ideal de los Estados. ¡Pero qué penosos son los primeros días de práctica! ¡Como nos aturde y desespera el primer ensayo de esta máquina! "El mayor inconveniente es la impaciencia.

Trabajo mucho con mi padre, y además, me hace tomar lecciones de música y de inglés; no será culpa suya si no llego a ser una mujer como es debido. Sería completamente feliz si la salud de mi querido padre fuese más sólida; pero padece mucho de la gota y hay momentos en que me desespera el no poder aliviarlo. Todas nuestras costumbres de verano han sido cambiadas.

Le he dicho la verdad, toda la verdad; y, es claro, ahora que la cosa no tiene remedio, se desespera.... Es decir, remedio... yo creo que ... pero estas ideas exageradas que... en fin, a usted se le puede hablar con franqueza, porque es una persona ilustrada. ¿Qué hay, don Robustiano? ¿Viene usted de las Salesas? , señor; de aquella pocilga vengo. ¿Cómo está Rosita?

La Marsellesa atruena el aire. ¡Adiós, mi pasión por ese canto de guerra palpitante de entusiasmo, símbolo de la más profunda sacudida del rebaño humano! ¡Me persigue, me aturde, me penetra, me desespera! Tomo la primer calle lateral y marcho durante diez minutos con rapidez. El ruido se va alejando, la calma vuelve, hay un calor sofocante, pero respiro libremente bajo el silencio.

El pez puede maliciosamente no dejarse coger, jugar con el anzuelo sin engancharse; el hombre de la caña, silencioso y prudente como un airón sobre su pata, no deja por eso de tener su brazo preparado y su mirada fija; jamás se desespera: al sentarse en la orilla del agua se halla depositado de las pasiones humanas, de impaciencia é ira.

Por mi desdicha; quisiera ignorarlo todo. Me dais miedo. ¡Ah! ¡por fin! Mientras una mujer injuria ó llora ó se desespera, aún hay esperanzas de dominarla; pero cuando, como vos, acaba por hablar á sangre fría, y casi ríe... Entonces está resuelta... decís bien: y mi resolución es invariable. Pues bien, doña Catalina, os juro que os salvaré de vuestra propia locura, antes de algunas horas.

Que ganen los desconocidos, pase. Que ganen los amigos, eso, francamente, me desespera. Se oye la voz del empleado, que domina todas las otras. ¡Hagan juego, señores...! La mesa se llena de miles de pesetas. ¡Y luego diremos que el dinero español carece de audacia y que está dormido en las cuentas corrientes!

Palabra del Dia

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