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Contra su costumbre y naturaleza, Pinedo quedó un poco turbado, tal vez porque no le hiciera gracia presentar su hija a esta vistosa señora. Repúsose instantáneamente, sin embargo, y respondió inclinándose con galantería: Y a ver si Dios me concede unos tropezones tan desagradables como el que ahora he tenido. Clementina sonrió con benevolencia.

Creyéndote él y yo en aquella disposición de espíritu, nos movimos más al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido extraordinario. Nos hablábamos poco, y nos escribíamos mucho. No podíamos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba tan encantado del Conde, que no recelaba de él, y que no vivía sin él.

Mandáronle ropas, y Juan Bou, a quien pidió un libro de entretenimiento, le envió Los Girondinos, de Lamartine, y un gran ramo de flores. Isidora leyó en el libro y deshojó las flores, dándose el gusto de pisotearlas. Le recordaban cosas muy desagradables la osadía y desparpajo de la canalla profanadora. Empezó el sumario.

Ejerzo una profesión que no es de las más regocijadas; hay en ella momentos desagradables... ¡Pero no sirvo mas que para esto...! La costumbre nos hace indiferentes a todas las náuseas... Sea como fuere, tengo el pan seguro para y para mis hijos. Usted me ha ofrecido buenos consejos, que, por desgracia, llegaron un poco tarde.

A pesar de su silencio, lleno de principesca dignidad, el odioso enano se explayó: Tu mala costumbre, Cristela, consiste en no contentarte con mirar el rostro de la gente, y mirarles también el alma. ¡Nunca mayor imprudencia! El rostro es, generalmente, la máscara del alma. Los rostros suelen ser agradables o interesantes; las almas son casi todas desagradables y vulgares.

Un accidente habían notado que les hizo caer en desagradables sospechas: D. José, al volver de la calle, habló en secreto con Isidora, y de aquel secreto databan el abatimiento y tristeza de la joven enferma.

Nadie lo diría al ver el trozo de piel que me ha vendido. ¡Qué horas tan desagradables me ha hecho pasar el muy burro!... Los mozos de cordel que veis por las esquinas son petimetres al lado suyo. Pero, gracias al cielo, ya me veo libre de él. El día en que le pagué sus servicios y lo puse de patitas en la calle, se me quitó de encima un peso inmenso. Se llama Romagné, ¡bonito nombre!

Bettina besó con cariño a su hermana; luego quedose con la cabeza apoyada amorosamente sobre el hombro de Zuzie. Pero si estuvierais cansada de tenerme a vuestro lado, si tuvierais apuro de veros libre de , ¿sabéis lo que haría? Pondría en una canastilla el nombre de dos de estos señores, y tiraría a la suerte. Hay dos que, a decir verdad, no me serían absolutamente desagradables. ¿Cuáles son?

La inagotable verbosidad de la exempleada, las quejas lamentables de su madre, el repique continuo de la campanilla incesantemente agitada, las caras desagradables, hipócritas o malhumoradas, que se sucedían sin interrupción en la ventanilla, esos mil pequeños detalles irritantes por su vulgaridad misma, enervaban su alma, tan fuertemente templada sin embargo, y bajo la calma aparente de sus maneras y la sonrisa forzada de su cara, gruñía una sorda rebelión, una angustia conmovedora como la llamada del desgraciado que se ahoga.

Es un hombre original mi amigo Barragán, ¿no es cierto? Añadan ustedes a esa traza de salteador, que Dios o el diablo le han dado, la manía que siempre ha tenido de caminar de noche y por veredas apartadas, de hacer los viajes a caballo, de pernoctar en las ventas y comer en las tabernas, y comprenderán la serie de aventuras cómicas unas y desagradables otras que le han sucedido.