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Y así como no se dice que todas las casadas son desagradables, porque lo son algunas, se debe tener la misma circunspección respecto de las solteras. Es verdad respondí. Pero el mundo no hace esas distinciones y condena a las solteronas en conjunto.

Le quiero a usted porque usted me quiere. Segunda.... No como decírselo para no ser macilento y evitarle pesos desagradables. Macilento = violento, cruel; peso = sentimiento. Belarmino hizo una pausa, a la rebusca de locuciones explícitas y amables. Usted es la materia; yo soy el espíritu. Usted se alegra con las cosas; yo, alejándome de las cosas. Usted es el , y yo el no.

Ni en la frente, ni en la boca se descubrían aquellas desagradables arrugas que son revelación de un alma falsa o llena de complicados sentimientos. Decididamente, la señora Liénard no tenía nada de una Dalila. Cerró bruscamente el abanico, se inclinó un poco hacia Delaberge y dijo: ¿De manera que ha vivido usted en Val-Clavin? , señora; viví dos años. ¿Hace mucho tiempo?

Fuí después de comer; pasamos a un despacho con armarios, que tenía en las paredes unas láminas anatómicas bastante desagradables; el doctor me hizo sentarme en una poltrona, y me dijo: ¿Sabrás que se marchó Machín? , ya lo . ¿Sabes a qué se debe el cambio que hizo con relación a tu novia y a ti? No. Pues a lo que le conté el mismo día que fuimos a verle en este despacho.

Pero tan acompasada y tan melódica es la cadencia que dan a la frase, que no resultan las asperezas de la palabra desagradables al oído: al contrario; y tienen expresiones y modismos de un sabor tan señaladamente clásico, que con ello y el sonsonete rítmico de que las acompañan, oyendo una conversación entre aquellos montañeses, se me venía a la memoria la «música» de nuestros viejos romanceros.

¡Caramba! señorita respondiome Petrilla, parándose de nuevo sobre sus piernas, si son buenos mozos, creo que se ven cosas algo más desagradables. Este modo de examinar la cuestión, me dio que pensar. No hablo de lo físico proseguí yo, alzando los hombros, sino de lo moral. Yo los encuentro muy simpáticos, por cierto respondió Petrilla, brillándole los ojos.

Beatriz e Inesita quedaron, pues, en libertad completa de ir con Rosita a todas partes, y no dejaron de aprovecharla. Don Braulio se hacía cómplice de esto, acompañándolas no pocas veces. Entonces solía sentir las más opuestas emociones. Unas eran agradables, otras muy desagradables; pero todas hábilmente disimuladas por él.

Era el novicio Tristán de Horla mancebo de aventajada estatura y atléticas formas, cuyos ojos negros contrastaban con el rojo cabello y cuyas facciones, nada desagradables, revelaban de ordinario la franqueza y el buen humor, si bien en aquel momento se reflejaba en ellas una expresión de reto y enojo.

Nace el aburrimiento de la monotonía, y con él la desesperación y el agriarse el carácter, hasta el punto que se hace vidrioso y estalla por cualquier cosa, produciendo ese sinnúmero de desagradables escenas que sin cesar se suceden en largas navegaciones.

No obstante esas confesiones retrospectivas, desagradables siempre para el que ha vivido engañado, aún con la más arcangélica buena voluntad, con todo me he reído buenamente. ¡Ah, mi hijo! ¡No puedes figurarte lo horrible que es para una madre el pensamiento de que su hijo pueda estar rabioso! Cualquier otra cosa...¡pero rabioso, rabioso!...